viernes, 15 de agosto de 2014

ENBODEGACIONES


Casi no he visto como te vistes cuando yo no existo o me niegas, ni maquillada ni olorosa a intensos perfumes, ni con medias ni en ropa interior, ni seducida y rendida, ni con imposibles tacos altos, aunque sea solo ahí en el castillo, aunque sea solo por verte ahí tan cerca sentada de piernas cruzadas, sin caminar, sensual e insinuante, con tus muslos al alcance de mi mano. No sé que amontonas en las selladas bodegas de tu pasado pasado y vivido, quizás que sorpresas esconden o guardan. Me imagino dorados vestidos de fiesta, susurrantes négligées transparentes, ligas y portaligas, negras medias caladas, coquetos sombreros de ala ancha con flores de vistosos colores, objetos íntimos, cosas secretas, antiguas fotografías de tu juventud exuberante, pañuelos de seda, cojines, edredones, almohadas que aun poseen el aroma de tu pelo antes de mí, diarios de tu vida, fotos de niña, recuerdos físicos e intangibles, libros, papelitos con poemas que nadie leyó, enaguas que se adherían tus muslos en justa y precisa caída, el olor de tu ropa interior usada, los brassieres que se ajustaban a tus pechos como mi boca sedienta, las bragas que supieron de las dulces humedades de tu vulva. Materias de tus memorias y de tus oscuridades que nunca te atreviste a botar, pecados y soberbias, momentos de alegrías y de penas, desesperaciones y ansiedades inconsumadas. Me quedo tanto por explorar de ti que a veces no te encuentro por los rumbos de mis deseos y te veo otra caminando, desnuda, como detrás de un cristal o una verja, y me quedo pagando el error ahora con esta ansiedad de tu piel y tu carne viva y palpitante, oyendo en susurros tus palabras; “a mi déjame lo subjetivo, a las otras déjales el cuerpo” y seguimos y seguimos jugando con el mismo fuego de siempre, quemándonos, ardiendo y burbujeando en la misma hoguera donde nos calcinábamos en aquellas tardes deliciosas, mientras allá en las bodegas de tus vidas anteriores donde tu pasado se enmohece, comienza a hacerse el espacio para guardar las luces de los barcos imaginarios, el vaso con concho de mojito y los papelitos plateados, verde y café, de los chocolates con sabor a menta.


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