Alzó su vuelo alto muy alto y para siempre la
paloma sucesiva, se fue empequeñeciendo por el azul destilado y los oscuros nubarrones
venideros, diluyendo en palabras sin imagen, borrando ella misma su silueta desnuda,
sus amplios pechos edípicos, sus protuberantes pezones que hacía arder los ojos
machos del potro alucinado, su champa olorosa de hirsutos vellos oscuros en el
entorno de vértigo de su vulva abierta en sus rosados carnales, en sus jugos
vaginales, en los calientes vahos de sus deseos. Voló asustada del hambre
constante del lobo, de los ojos ávidos del sátiro, de los requiebros sexuales
del fauno, cansada de esperar la primavera atenuada por la distancia y el
silencio, perseguida por penetrantes intenciones, por los ritos masturbatorios
con que se abrían las mañanas, por quejidos y eyaculaciones, por bestiales
fantasías y por el carnaval de juegos de roles sin máscaras en los que se teatralizaban
obscenas circunstancias, se vertían los ríos seminales y la femenina mano
hurgaba sus humedecidos dominios. Se elevó rauda por el aire perfumado hacía las
rutas de sus periódicas migraciones constantes, hasta no verse reflejada en los
espejos ni sometida a la luminosidad del plenilunio, exuberante y carnal,
deseada hasta el vicio en voz e imagen, quieta como un retrato o en vaivén de
trigal mecido por los vientos onanistas. Se llevó los ardores de las visiones
excitantes, los regaños y los celos, siempre los celos, las ansiosas voces sin
pudor que se buscaban por el bosque, y el entero universo que habitaba en sus
ojos.
jueves, 28 de agosto de 2014
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