sábado, 9 de agosto de 2014

TARDIAS REMEMBRANZAS


Rememoro ciertas blanduras excitantes, la semidesnudez de recato o pudor ante el desparpajo invocante de mi cuerpo desnudo, la miríada de manchitas constelando en la lisura de unos muslos duros y exultantes, la humedad sabrosa de una vulva abierta en su atrevida floración, la escasa caricia sobre un pecho de pezón dormido apenas sorbido, una boca que besa con la locura del deseo desatado, trabazón de lenguas y labios abarcados, las fieras de un edredón blanquinegro mullido y salvaje testigo de voluptuosas cercanías. Me duelo de lo que no fue, arrepentido y sediento aun de sus embriagantes licores, de lo que quedó pendiente, en esas lúbricas deudas que nunca se pagarán, de mi mano alfarera modelando una y otra vez esos glúteos de soberana convexidad, mi lengua ensimismada en esa otra flor, pequeña, carnal y ceñida, que se esconde en el apretado surco tibio de unas suaves nalgas evasivas, una lengua consumando el mismo rito en mí. Rememoro el juego y el trato de inesperadas penetraciones, la delicadeza de una mano explorando mi pecho, mi vientre, mi pene, una boca en mi verga lamiendo succionando en las lujurias y las ternuras del amor/sexo hasta la eyaculación y más, el cuenco mojado y cauce caliente donde mi dedo se untaba en un hechizo ancestral y masturbatorio. Rememoro unos muslos a horcajadas sobre mi rostro invitando a beber lamer penetrar en la fuente floral de un sexo ansiosamente lascivo, los ralos vellos donde mi mano reconocía los previos territorios del goce del orgasmo. Me duelo y rememoro sin entender como llegamos a la bifurcación, a la ausencia y a la desolación.


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