Rememoro ciertas blanduras
excitantes, la semidesnudez de recato o pudor ante el desparpajo invocante de
mi cuerpo desnudo, la miríada de manchitas constelando en la lisura de unos
muslos duros y exultantes, la humedad sabrosa de una vulva abierta en su atrevida
floración, la escasa caricia sobre un pecho de pezón dormido apenas sorbido, una
boca que besa con la locura del deseo desatado, trabazón de lenguas y labios
abarcados, las fieras de un edredón
blanquinegro mullido y salvaje testigo de voluptuosas cercanías. Me duelo de lo
que no fue, arrepentido y sediento aun de sus embriagantes licores, de lo que
quedó pendiente, en esas lúbricas deudas que nunca se pagarán, de mi mano
alfarera modelando una y otra vez esos glúteos de soberana convexidad, mi
lengua ensimismada en esa otra flor, pequeña, carnal y ceñida, que se esconde
en el apretado surco tibio de unas suaves nalgas evasivas, una lengua
consumando el mismo rito en mí. Rememoro el juego y el trato de inesperadas
penetraciones, la delicadeza de una mano explorando mi pecho, mi vientre, mi
pene, una boca en mi verga lamiendo succionando en las lujurias y las ternuras
del amor/sexo hasta la eyaculación y más, el cuenco mojado y cauce caliente
donde mi dedo se untaba en un hechizo ancestral y masturbatorio. Rememoro unos
muslos a horcajadas sobre mi rostro invitando a beber lamer penetrar en la
fuente floral de un sexo ansiosamente lascivo, los ralos vellos donde mi mano reconocía
los previos territorios del goce del orgasmo. Me duelo y rememoro sin entender
como llegamos a la bifurcación, a la ausencia y a la desolación.
sábado, 9 de agosto de 2014
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