Cuando me toco me gusta estar
desnudo en mi cama y comenzar a rozarme poco a poco hasta lograr completamente
la erección. Una vez que mi miembro este bien duro, inicio el rito
masturbatorio y dos de mis dedos comienzan a masturbarme suavemente, pero con
firmeza. Formo un cilindro con mi mano, tomo mi pené que esta erecto y empiezo
a autosatisfacerme, abajo, arriba, una y otra vez con repetición viciosa. La
piel de mi pene se torna cada vez más sensible, por los que mis movimientos
aumentan y mi respiración es cada vez mas agitada. El incesante movimiento de
mi mano mientras me froto se vuelve algo imposible de detener. Quiero mas,
deseo mas, no puedo parar. En ocasiones, me gusta dar pequeños gemidos de
placer. Mi mente se nubla, el placer se apodera de mi, mi piel se eriza
indicándome que el éxtasis esta próximo a llegar. Me dejo ir, mi respiración es
muy fuerte, es excesivamente rico, quiero acabar. Mis manos al sentir que mi
verga explota aceleran sus vaivenes, mi respiración se agita, se convierte en
gemidos, se convierte en suspiros y es entonces cuando mis entrañas no aguantan
más el innecesario celibato y la voluntaria estimulación, y se liberan con una
estremecedora, caliente, espesa, húmeda, jugosa, perlada y vigorosa
eyaculación. Un chorro de semen salta desde mi miembro y se esparce sobre mi
mata de vellos y mi abdomen. Es delicioso. Sentir la leche abundante y caliente
sobre mi piel es algo exquisito. La mano izquierda recoge el semen, y la mano
derecha hace los últimos intentos por querer exprimir mi verga aun más. Paso
unos segundos simplemente respirando y descansando. Una vez terminada la solitaria
ceremonia de la masturbación, me relajo desahogado en la cama húmeda por el
sudor, con una gran sensación de liberación y satisfacción.
lunes, 25 de agosto de 2014
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