miércoles, 9 de abril de 2014

DESEOS E INTENCIONES


Me gustaría llegar un día a aplacar las terribles vehemencias insensatas e inútiles que anudan tus vísceras y te roban el tiempo transformándolo en vanas arenas. Me gustaría apaciguar los sombríos demonios que te acosan invencibles y te arrastran a los caudales de las furias, de los celos, de las pérdidas y las soberbias soledades. Me gustaría apagar esos fuegos inútiles que te hacen enfrentar una y otra vez los borrosos molinos de viento de tu mundo puerta afuera, los fálicos saurios antediluvianos de tu memorial de desengaños, y las salamandras venenosas que agreden los silencios de tus vacíos insomnios. Me gustaría inflamar la reseca leña de tus deseos, incendiar una tarde de otoño tu piel siguiendo el reguero de pólvora que va de tus labios a tu pubis para revolcarme entre tus piernas hasta exorcizar en tu alma intranquila los malignos designios de feroz inquisidora, de obsesiva beata, de inconsciente o instintiva castradora. Me gustaría desaguar el embalse donde estancas los ríos de tu sangre que aun contiene las esencias salvajes de la hembra que se incineró alguna noche buscando la salida, la fuga, la huida. Me gustaría desollar con mis dientes tus muslos níveos y tus suaves nalgas, tus pechos maduros y el cuenco de tu ombligo, tu suculenta vulva y tus púdicas axilas, vientre y espalda, pantorrillas y brazos, y vestirte de otra piel más cercana y accesible con la que puedas al fin jugar mis juegos a boca abierta y a ojos cerrados. Me gustaría clavar en tu perspectiva vital el desafuero o la renuncia, la relajada displicencia, el ocio creativo y el amodorrado letargo del abandono a las tibias aguas de la inercia, del azar que hace intrascendentes las decisiones, del caos que asombra por su simpleza y que anula el plan de todo destino.  

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