Ahora entiendo, eso era, sus sueños, su
cuerpo apretadito contra el mío, su piel deslizándose en la mía, mis brazos
abarcándola mientras la noche sucede, me sentía intranquilo, inquieto, los
sueños se me iban como condensando en sensaciones, en intensidades sin rostro,
en besos mordidos, ensalivados, feroces en su ternura desaforada, pero no podía
verle los ojos, solo olía un perfume que reconocía por breves instantes y
después se diluía con la luminosidad borrosa de la madrugada, era eso, usted me
soñaba como no queriendo, como de lado, no sé si tímida o temerosa, y yo apenas
alcanzaba a saborear sus deseos, a susurrarle las palabras que se vertían
mientras jugaba con mi lengua en su orejita, o dejaba resbalar mi dedo por el
canalillo entre sus pechos para atenuar la imposibilidad de besarlos, y todo
era urgente pero contenido, y yo intentaba ir a más pero usted se me escurría
siempre porque eran sus sueños y yo un mero visitante, un intruso que no
merecía estar ahí, eso era, el vértigo de caer en el abismo de sus sueños,
atrapado en su verticalidad húmeda y olorosa, en la voracidad sexual de sus
instintos liberados con sutiles desparpajos en la selva caliente de los
territorios oníricos, incluido en su voluptuosidad irreverente, pecaminosa en
tanto el nocturno y la complicidad la dejaban huir por las pulsiones escondidas
que socavan las mustias rutinas de sus días, era eso lo que me inundaba de
lujurias, de hambre y sed de usted desnuda, ofrecida, burbujeante, de vagar
soñado por el sabor de sus muslos, de su vulva, de sus labios entreabiertos,
por la trama fragante de su pelo, por las sensibles protuberancias de sus
pezones, por la cadencia libidinosa de sus caderas, por empapar su ombligo de densas
espumas sexuales, eso era lo que me quemaba a fuego lento en el entresueño, la
vigilia o el insomnio, era que mientras usted me soñaba yo me dejaba soñar como
poseyéndola.
jueves, 3 de abril de 2014
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