Te deseo enviciado mirando la imagen de tu
rostro mientras siento la brutal imposibilidad como el infierno del celibato. Me
gustaría tocarte, oler tu perfume, y quedarnos abrazados en silencio solo
sintiendo la cercanía física y espiritual, más ahora que sé como es tu cuerpo y
mis manos sexuales se duelen de ti, de acariciarte suavemente, entera, con toda
mi ternura y toda mi lujuria, dibujar tu cuerpo con esa sensualidad del fauno
sigiloso para encenderte y hacer surgir de ti la hembra sola, sentir tu
estremecimiento cuando toque un rincón sensible, suavemente, y besarte en ese
rincón, y tocar con la punta de mi lengua ese punto preciso donde se acumulan
tus deseos, solo con la punta de mi lengua húmeda, ardiendo en tu fuego, y
punzar levemente ese punto incitando tu orgasmo, y seguir explorando tu cuerpo
para saber donde están los intersticios por donde entraré a saciarte de amor y
sexo, y ternuras y cariños, de cercanías y de intensidades, hasta romper el
cristal que te encierra y liberarte, que vueles, que dejes de ser y vuelvas a
encontrarte a ti misma, y solo entonces poseer y habitar en ti, en tus
secretos, en tus baúles oscuros, en tu alma desnuda, y solo ahí intentar seas
mía como no has sido de nadie nunca, y desde ese día te poseeré totalmente y tu
lo sentirás, sabrás que a partir de ese instante ya no te perteneces. Un día,
sí, un día habrá en que la imposibilidad no importe y en la oscuridad de su noche
serás por primera vez infiel y me dejarás estar hasta siempre en ti.
domingo, 27 de abril de 2014
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