“pero... esa
persistencia de la que habla, donde habita? en la memoria?, aún en sus textos
no me queda clara esa invocación.” N.N.
Verás, suelo recordarte con ilógica persistencia
a medida que avanza el otoño, y ya presiento que en las lluvias que vendrán serás
aun más tenaz en la reverberancia perfumada de tu recuerdo, pero no sé donde
ubicar precisamente esa terca permanencia de ti en los intrincados desasosiegos
de la silenciosa lujuria del nocturno, a veces la siento como una herida sin
cicatrizar por el lado ciego del coeur,
espina o tajo según sea madrugada o atardecer, otras en una dolorosa sensación
de pérdida tirando a duelo en la entrañas del alma acechada por la vagancia
solitaria de los insomnios, también en la piel sedienta de tu boca o en el
cuerpo hambriento del tuyo, en la palma de las manos y en los labios
entreabiertos, en la puntita de mi lengua y la sensibilidad de mi falo, y no es
raro que la perciba como una delicada ausencia en la sutil y alada inspiración o
como un salvaje deseo de ti en la exaltación del verbo soez y descarado. Y
aunque vivimos el mismo infierno sé que tú me encapsulas en tus aires desenfadados
de ardiente señora y haces como que no existo o he muerto de pena en las
cercanía de tu casa, pero sabes exactamente donde permanezco incrustado acechando
la flor abierta de tu vulva para polinizarte inhiesto y urgente como un fauno
en forzoso celibato. No, no puedo responderte donde se ubica esa perfecta y
nítida persistencia tuya, quizá habite como un parásito inmortal en mis oscuros
palimpsestos y esté escondida entrelineas como una mariposa muerta entre la
páginas de un libro polvoriento que ya nadie lee.
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