jueves, 17 de abril de 2014

EN TU CUERPO TE HABITO


“Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas amapolas,…”
El Fornicio. Gonzalo Rojas.

En tu cuerpo te habito hondo en las honduras de las noches de clara luna llena y derramo en ti mis deseos empotrados, escaldado en tu lascivia salvaje de hembra estatuada, penetrante imbuido y sacrílego, esbozo una caricia larga tendida por la tersura repetida de tus pechos en sus pezones altivamente erguidos. Desgajo tus muslos, huelo y sorbo el brebaje que vierten en su juntura olorosa y empapada, resbalo mis yemas ansiosas por la vellosidad impúdica hasta el despeñadero solemne de tu capullo inhiesto, de tu fálico vestigio femenil, encapsulado en su rosa carnal acechando el lamido sutil o la voracidad succionante de mi boca costal. Yergues el arco de tu cuerpo excedido en la ardiente opalescencia del molusco hambriento que acecha anegado en sus propios jugos verticales destilando en densa vertiginosidad las fragancias esenciales premonitorias del fornicio desesperado que incubas en tus axilas y en tus ingles en frugal desparpajo. Te incendias con viscosa laxitud desplegada sobre el tálamo donde te asumes secreta meretriz e impía sacerdotisa envilecida en los orgiásticos bacanales de los plenilunios donde danzabas desnuda incitando a reiterados estupros y violentas sodomías a sátiros brutales y faunos sibaritas. Justificas en la sinuosidad taciturna de tu silueta incontenida la desbocada percepción de inquietantes pecados y atávicas herejías posibles, te adueñas de los espasmos, de los estremecimientos, de las íntimas lubricaciones, de las feraces e incontenibles eyaculaciones. Ardes crepitas humeas, invocas la cadencia de la cópula, provocas obscenas tumescencias, desatas soeces vocabularios que nunca alcanzarán a describir la plenitud de tu misterioso sometimiento, desbordas la noche de clara luna llena, empotrada.

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