Mi lengua en tu oreja extrayendo de tus
instintos los conchos de esas oscuras fantasías negadas que guardas en el
secreto de tu silencio y de tu perpetúo recato. En tanto te embelesaba con
besos lenguaraces mi mano bajaba sigiloso hasta encontrar la mariposa
hambrienta con sus apretadas alas palpitantes y la surcaba y la dedeaba hasta
romperte en quejidos y súbitos estremecimientos. El mojito siempre y xocolatl kiasarino
en sabrosa mixtura con tus sabores y tu piel sudorosa, dulcemente pegajosa en
su densidad sensual bajo los tules negros y después bajo las negras
transparencias. Tú trepando por mi cuerpo tendido para alcanzar mi boca besos
que te esperaba y a la vez urgiendo el coito subrepticio en mi entrepierna son
tu mano guiando el erguido deseo atareada en la inesperada ruptura el trato, la
violación el estupro el abuso consentido. Después fui yo escalando tu cuerpo
confirmando la trasgresión del compromiso inpenetrante, antes hubo la fina
cucharita del rito en tu ombligo que luego fue las dos cucharitas encajadas con
tu mano fálica y la inquietante humedad restregada de tu pubis vientre en mis
nalgas glúteos. Y sobró el tiempo para reconocer el muro, siempre el muro, de
diferencias esenciales, lo cerrado y lo abierto, lo prohibido y lo buscado,
hasta la gresca amistosa de las aberraciones plutónicas y las exequias
matrimoniales tuvieron su lugar, su momento, su dislate. Compartimos así la
intensidad carnal en carnes vivas de una prosa prosarium escrita a fuego en
tinta roja y leída con tus ojos beatos ansiosos de espiar por la rendija del
goce las siluetas en sombra de las pequeñas perversiones, del verbo que te penetra
por una inesperada trizadura del atardecer temprano en el túnel de fauno
pervirtiéndote en abierto incumplimiento, sin revocación, de aquel pacto surgido
del miedo. Vale.
sábado, 26 de abril de 2014
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