Madrugarás entre gimientes besos.
Te aviso antes de que
la noche te lleve por los senderos del sueño que te quema que te voy a soñar
con rabia de bestia encelada, con furia de fauno desdeñado, con besos salvajes,
mordidos, de lenguas profundas, ensalivados, que abarquen toda tu boca besable.
Te advierto que voy a acosarte enrabiado por la espalda, oliendo por atrás las
miel fluida de tu pelo, besando tu nuca, tu cuello, bajando a besos de lento
molusco hilando cada una de tus vértebras, dibujándolas en un travieso zigzag
con la puntita de mi nariz punzante, y luego vagaré ebrio de tus carnes
deseadas por la elemental y suave concavidad lumbar para ir por tu reverso a
remontar a besos saliva lengua el sexual promontorio de tu pubis hasta hundirme
subterráneo descendiendo al anegado paraíso de tu vulva. Te prevengo que como si
fueras mía volveré a alcanzar las cumbres de tus pechos somnolientos, retornaré
a tus huesos paralelos con mis manos de pianista ebrio para envolverte en mis cantos
polifónicos y sumirme en la mórbida locura de tus plácidas redondeces nocturnas,
en los arcos de tus caderas, en el vórtice mismo de tu cóncava rosa humedecida.
Te sugiero que huyas a tiempo de mis palabras lujuriosas porque voy a soñarte a
mi manera, sin pedir permiso, ilimitado y posesivo, voy a soñarme ahí en tu
ingle, oyendo la lluvia del día siguiente desde ese tibio y cercado nirvana, y
mientras llega, te invadiré de besos mañaneros leves y tiernos, mojados de furiosas
ternuras.
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