Persigo el aroma que
se esconde entre tus pechos, la saliva que humedece tus labios. Persigo el roce
de tus vellos púbicos en mis mejillas, el íntimo sabor de tu rosa en su lento
rocío. Persigo fragmentar tu silencio en susurrados gemidos, rozar tus pezones
con la punta de mi lengua. Persigo abarcar tus mórbidos senos con mis manos
hambrientas. Persigo incrustarme en tu cuerpo abierto hasta obligarte a que
sueñes conmigo. Siente mi lengua lamiendo en tu pubis los bordes de tu vulva, siente
mis labios en tus pezones, mordiéndolos, siente mis dedos hurgando tu intima
rosa humedecida, siente mis susurros ardientes en tu silencio lejano, siente mi
lengua y mi dedo explorando tu sexo, siénteme en tu capullo esperando que se
abra a mis deseos, siente mis manos encopando las turgencias de tus pechos
maduros tal como yo siento tus manos afanando en mi pene y mis testículos como denso
un vaho caliente. Pero eres silencio, ausencia, lejanía, y mis ojos hambrientos
de tus desnudos fragmentarios horadan un vacío de imposibles distancias y
climas contrapuestos bajo el mismo sol que ya no quema mi piel desnuda en el
bosque ni ilumina tu desnudez en los ciegos espejos. Detento inmóvil quizá la
última prosa manuscrita bajo tu hechizo, abrumado de
incontenibles deseos por esa rosa de tu pubis, pero ya es tarde, y voy entrando
por tu ausencia en una locura insoportable. Y te seguiré persiguiendo por los ansiosos territorios del loco sueño que
soñamos, trabados y sujetos al mismo sueño inmersos en la misma hora de nuestro
mismo tiempo.
sábado, 11 de junio de 2016
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