Permanezco incrustado
en las fibras de las sobrias maderas que enmarcan tu imagen, en sus tallados
que borran o esconden tu rostro de quieta esfinge lejana. Dejo mis ojos
cautivos en tu estatua latiendo de pie detrás del cristal con tus piernas
juntas en su esencia virginal, en tu cintura de madura avispa deliciosa, en tu
vientre con su delicada y sensual curvatura, en la floreada blusa que cobija la
tibia ampulosidad tus senos negando las sensibles protuberancias de tus pezones
y el cuenco estremecedor de tu ombligo, en la tibia comba de tu sexo atrapado en
el blanco impoluto de tus bragas. Vaga mi mirada hambrienta por el reloj en la
hora señalada y el sombrero de paja colgado en la arista del espejo, por el
pequeño cuadro donde Cupido revolotea en tu entorno ebrio de tu belleza y por
la orilla de tu lecho donde sueño que me sueñas, por tus rodillas y por tus
codos, por el reflejo de tu reflejo en la barnizada madera de la mesa y por el
azogue que te repite desnuda cada noche y conoce cada poro de tu piel y cada
pliegue de tu cuerpo. Permanezco dibujado en las vetas de la madera para imaginar
desde esa imposible cercanía el halito de tu perfume, tu cálida respiración
cercana, tu voz en los murmullos de soledad cuando el deseo se te hace
insoportable, el tacto de tus manos en impúdicas caricias. Y otra vez me dejo
deslumbrar por las lunas llenas de tus pechos mullidos bajo esa florecida
primavera hasta morir ebrio gozando (de tus) brebajes.
domingo, 19 de junio de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario