domingo, 19 de junio de 2016

DESPÚES DE AQUELLAS CENIZAS


Permanezco incrustado en las fibras de las sobrias maderas que enmarcan tu imagen, en sus tallados que borran o esconden tu rostro de quieta esfinge lejana. Dejo mis ojos cautivos en tu estatua latiendo de pie detrás del cristal con tus piernas juntas en su esencia virginal, en tu cintura de madura avispa deliciosa, en tu vientre con su delicada y sensual curvatura, en la floreada blusa que cobija la tibia ampulosidad tus senos negando las sensibles protuberancias de tus pezones y el cuenco estremecedor de tu ombligo, en la tibia comba de tu sexo atrapado en el blanco impoluto de tus bragas. Vaga mi mirada hambrienta por el reloj en la hora señalada y el sombrero de paja colgado en la arista del espejo, por el pequeño cuadro donde Cupido revolotea en tu entorno ebrio de tu belleza y por la orilla de tu lecho donde sueño que me sueñas, por tus rodillas y por tus codos, por el reflejo de tu reflejo en la barnizada madera de la mesa y por el azogue que te repite desnuda cada noche y conoce cada poro de tu piel y cada pliegue de tu cuerpo. Permanezco dibujado en las vetas de la madera para imaginar desde esa imposible cercanía el halito de tu perfume, tu cálida respiración cercana, tu voz en los murmullos de soledad cuando el deseo se te hace insoportable, el tacto de tus manos en impúdicas caricias. Y otra vez me dejo deslumbrar por las lunas llenas de tus pechos mullidos bajo esa florecida primavera hasta morir ebrio gozando (de tus) brebajes.


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