martes, 21 de junio de 2016

EMBOSCAMIENTO


Mimetizados en gélido bosque.

Fue tu voz en la espesura umbrosa y solitaria del bosque de tu nombre, allí entre el alto eucalipto y el toxico duraznillo negro, en el escondrijo del fauno incendiado por los fuegos que generas con tus imágenes, tus palabras, tus esencias esparcidas por el frío de la tarde, fue tu caricia transmitida que guiaba mi mano en la buscada y gustosa ceremonia masturbatoria, fue tu voz azuzando el deleite escondido en la fronda del boscaje, la ferviente ansiedad de poseerte hembra desde este lejos pero ahí en tu cercanía de intenso perfume y delicada lujuria, fue el entorno salvaje de insectos y hojas amarillas de otoño final, de pájaros ateridos, de geranios dormidos esperando el invierno de mañana temprano. Fue la conjunción de cómplices vegetaciones y de previas complicidades, la que nos dejo varados en los mismos deseos, soñándonos en el mismo sueño, y me dejé fluir por el encantamiento de tus voces y me despeñé por el acantilado que tú abrías ante mí para ir a morirme de goce eyaculando en el paraíso imaginado de tu mano. Y fue esa tu mano y tus dedos pecadores que repitieron el rito allá en tus íntimas comarcas de mujer ansiosa, en ese ámbito de tu presencia voluptuosa y mi sombra rondando en el tenue roce de tus pechos abrumadores, de tus pezones sensibles, de tu vulva abierta como una olorosa magnolia de mi nombre, y fue el beso profundo que abarcaba tu boca con mi boca en una trabazón de lenguas exasperadas y sucesivos oleajes de salivas, el que te llevó entre silenciosos gemidos al hondo abismo del orgasmo. Y fue entonces la cópula imposible de mariposa y caracol que se consumó en nuestros cuerpos cogidos por el mismo embrujo que se buscaban desde antes de todos y todas por los tortuosos laberintos del tiempo y del espacio con las desesperaciones en carne viva y los labios entreabiertos y los ojos entrecerrados. 

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