martes, 21 de junio de 2016

NOCTURNO SALVAJE


Morimos enhebrados, gozándonos, buscándonos. 

Y vino la noche repetida en tu lecho y el mío, yo esperaba ansioso que tu verbo encontrara la luz en la silenciosa oscuridad de tu ausencia, eras musa ardiente ahí en el calor y la lluvia de tu ámbito y yo era acá fauno ansioso y aterido en el frío del final de mi otoño. Y viniste a mí nocturna y desnuda, y fui acariciando con un solo dedo tu cuerpo entero, intruseando, hurgando, buscando hasta encontrar la delicia de tu fresa escondida en tu pubis, en ella deslicé mi lengua de abajo hacia arriba abriéndola como una flor sagrada para lamerla bien adentro de ti, toqué con mi glande mojado tus pezones y seguí acariciando tu desnudez en la cálida oscuridad, calladito, volví vicioso a tu rostro y besé las comisuras de tu boquita, la punta de tu nariz, tu barbilla, besé despacito el canalillo entre tus pechos y luego tus senos mismos, uno y otro y otra vez, mi nariz rozó tus pezones, uno y otro y otra vez. Tú querías tenerme ahí contigo y te montaste encima de mi, me comiste a besos, me devoraste, nos frotamos hasta que salió candela trabados en un abrazo largo y lento, me lamiste todo desde el cuello hasta abajo, y chupaste mi pene, mi glande, pegada ahí excitada y voraz, te lo metiste hasta la garganta succionando delicioso, y vuelta loca preguntaste si tomabas toda mi leche o yo la regaba en tus pechos… Y me derramé denso y lechoso en tus senos marcándolos para siempre con el semen quemante de tu macho que te posee desde ahora también para siempre.

Nota.- En cursivas los ecos ardientes de su voz.


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