Es en ese abismo de tus humedecidas carnes
donde anhelo encontrar al fin mi masturbatoria inmolación, ahí entre los belfos
untuosos de tu rosado bivalvo, insertado duro en ese blando atrapamiento,
reinando sobre toda tu malacología sexual, trazando con morbosos pormenores los
portulanos de la rala geografía de tus vellos púbicos. Y ser el amo de tu
desnuda madurez de hembra insaciada y señor de tus desvergüenzas y de tus
desamparos, de tus afanados dedos pecadores en los bochornosos calores de tus
insomnios excitados y de tu lengua asomada entre tus labios entreabiertos por
el rescoldo de los deseos que no han sido aun saciados. Detentar el dominio y
el delirio del goce de oler tus ingles o de degustar el sabor impuro de tu
clítoris o del sudor acopiado entre tus glúteos, conocer los mágicos dígitos de
la temperatura exacta que bulle en los mórbidos pliegues bajo tu majestuosa
tetamenta en descanso. Ser el patrono incestuoso de tus (mis) dos obsesiones
lunares, que ahora tienen rostro, nombre y pezones conocidos, y ser el único
profanador de tu abierta rosa crepuscular cuando encharcada por el celo se
convierte en una cuadriga de carnívoras babosas teñidas de un imperioso rosa
carnal. Ser la víctima propiciatoria de tus depravadas magias de hembra que con
sexual crueldad lame, hurga, punza mi zanja sureña, pellizca, muerde, rasguña
mis nalgas de macho depravado, que penetra con sus dedos curiosos o con su
lengua rígida y ensalivada mi ano temeroso, que me goza a tu antojo de valquiria
pervertida en el amor-pasión de esta locura compartida.
miércoles, 15 de junio de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario