domingo, 5 de junio de 2016

ARDIENTES MEMORIAS DE AYER POR LA TARDE

“…y eso me dio valor para hacer lo que hice, perdiendo la vergüenza, el pudor y hasta los sentidos, pero quedando con una sensación casi de plenitud”. E.

Vi tu deliciosa tetamenta expuesta a mi vicio mirón, la vi escapada de tu sostén blanco y ofrecida con sentida obscenidad a mis ojos abrumados de ti, y vi la rosa roja de tu boca y tus pezones rosaditos como dos cárneos capullos a punto de florecer, vi tus manos en tus senos buscando el placer en impúdicas tocaciones, en el roce estremecedor sobre esos pechos imponentes sensibilizados por la calentura, amasándolos, apretándolos, aplastándolos, vi tu rostro con los ojos entrecerrados y tu boquita pintada entreabierta por el fuego que te consumía. Te vi escapando de la burda realidad y entrando en un sueño mágico conmigo ahí gozando esa íntima visión, sabiendo que me masturbaba por ti con la misma vehemencia, el mismo placer onanista, en esos mismos instantes. Te echaste hacía atrás en el lecho y vi un horizonte de pálidas carnes llenas, vi en lúbrica lontananza tus tetas, tu vientre, tus manos afanadas, tu cara recostada allá al fondo como en un poniente incandescente, vi las puntas de tus pezones, tus combas carnes abundantes, tus curvas corporales amplias y ampulosas, vi en primer plano el círculo de tu ombligo estremeciéndose como una breve luna sobre las claras dunas de las arenas fluctuantes de tu cuerpo estremecido, intuí tu mano invisible allá abajo en tu vulva excavando su humedad entre los pétalos de carnes vivas, y se borraron las palabras y el dialogo fue de exquisito silencio visual en su ardoroso argumento sexual. Te vi tan excitada, tan entregada a la búsqueda del goce físico, tan perdida en tu propio mundo de sensaciones que me arrastraste a tu vórtice de salvaje calentura y no pude contenerme y eyaculé ahí mismo mientras te veía contorsionarte hembra total y desatada, te sentí mi hembra en ese masturbatorio sacrificio ritual brindándome sus lujurias como un acto de entrega total y absoluta. Y te seguí azuzando después del clímax porque seguí caliente al verte a ti tan sobreexcitada aunque no sabía si escuchabas o no lo que yo te decía, viviendo esos momentos sublimes como si en ello te jugaras la vida misma, liberada en un vuelo de abrasadoras alturas intentando recuperar en el orgasmo por mano propia el tiempo y el goce perdidos. Y la tarde se fue olvidando del crepúsculo mientras tú y yo ya saciados entrábamos en una noche de plácida cercanía.


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