“…y eso me dio valor para hacer lo que hice, perdiendo la vergüenza,
el pudor y hasta los sentidos, pero quedando con una sensación casi de
plenitud”. E.
Vi tu deliciosa tetamenta expuesta a mi vicio mirón, la vi escapada
de tu sostén blanco y ofrecida con sentida obscenidad a mis ojos abrumados de
ti, y vi la rosa roja de tu boca y tus pezones rosaditos como dos cárneos
capullos a punto de florecer, vi tus manos en tus senos buscando el placer en
impúdicas tocaciones, en el roce estremecedor sobre esos pechos imponentes
sensibilizados por la calentura, amasándolos, apretándolos, aplastándolos, vi
tu rostro con los ojos entrecerrados y tu boquita pintada entreabierta por el
fuego que te consumía. Te vi escapando de la burda realidad y entrando en un
sueño mágico conmigo ahí gozando esa íntima visión, sabiendo que me masturbaba
por ti con la misma vehemencia, el mismo placer onanista, en esos mismos
instantes. Te echaste hacía atrás en el lecho y vi un horizonte de pálidas
carnes llenas, vi en lúbrica lontananza tus tetas, tu vientre, tus manos
afanadas, tu cara recostada allá al fondo como en un poniente incandescente, vi
las puntas de tus pezones, tus combas carnes abundantes, tus curvas corporales
amplias y ampulosas, vi en primer plano el círculo de tu ombligo
estremeciéndose como una breve luna sobre las claras dunas de las arenas
fluctuantes de tu cuerpo estremecido, intuí tu mano invisible allá abajo en tu
vulva excavando su humedad entre los pétalos de carnes vivas, y se borraron las
palabras y el dialogo fue de exquisito silencio visual en su ardoroso argumento
sexual. Te vi tan excitada, tan entregada a la búsqueda del goce físico, tan
perdida en tu propio mundo de sensaciones que me arrastraste a tu vórtice de
salvaje calentura y no pude contenerme y eyaculé ahí mismo mientras te veía
contorsionarte hembra total y desatada, te sentí mi hembra en ese masturbatorio
sacrificio ritual brindándome sus lujurias como un acto de entrega total y
absoluta. Y te seguí azuzando después del clímax porque seguí caliente al verte
a ti tan sobreexcitada aunque no sabía si escuchabas o no lo que yo te decía,
viviendo esos momentos sublimes como si en ello te jugaras la vida misma,
liberada en un vuelo de abrasadoras alturas intentando recuperar en el orgasmo
por mano propia el tiempo y el goce perdidos. Y la tarde se fue olvidando del
crepúsculo mientras tú y yo ya saciados entrábamos en una noche de plácida
cercanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario