“Es como si mi alma y mi cuerpo se dislocaran y un abismo me
envolviera en su negrura.” M.I.
El día se consume en sus últimas horas, el día en que has paseado
por el bosque de lujuriosas vegetaciones, tu voz se ha quedado con verdes
musgos en los muros de los deseos, en la soledad intranquila del cuarto, en
medio de las penumbras difuminadas por la pantalla que habla de un mundo ajeno
que no nos toca, ansioso te busco como un oscuro león en celo, mi mano pecadora
ya soba el miembro expectante, te imagino en tu otro lugar también ansiosa y
también esperando como una fiera también en celo, tus lunas iluminadas por otra
luz igual de ajena, tu sexo latiendo en su delicada humedad inicial. De pronto
la conexión se instala en las tenues sombras nocturnas, son tus palabras que me
alcanzan y me conmueven, la conversación de nos traba en detalles irrelevantes
y torpes, no enredamos es tortuosos caminos por el borde del abismo, hay un
aroma de peligro de final y punto, un sabor a desengaños e incomprensiones,
chapoteamos desesperados en esa ciénaga de tormento intentando evitar el
naufragio, las penumbra pesan como grandes piedras de cansados granitos. Entonces
juegas tu mejor carta y aparece rompiendo la noche tu escote enmarcado por un
colorido y lindo vestido, las semilunas de tus pechos fulguran en su mórbido
esplendor, mi verga acomete una instantánea y sensible erección, mis ojos de
emborrachan de la pálida suavidad de esa piel mullida y turgente, mi mano
aferra el falo inhiesto e inicia el rito masturbatorio. Sonríes, te expones
coqueta y juguetona, tus manos articulan sobre tus pechos instancias
excitantes, tus labios del intenso rojo misterioso sonríen incitando al pecado
onanista, me provocas, me calientas, me obligas a frotar y frotar mi miembro en
un frenesí de macho encendido. Tus manos cumplen con sensual sabiduría mi más
alta esperanza y descorren el escote dejando florecer a mi vista insaciable tus
protuberantes pezones, carnales capullos que destejen los minutos del nocturno
y desarman las claves de mi vicioso voyerismo. Mi mano se acelera, un goce
profundo y estremecedor acosa mi cuerpo de viejo león fálico, endurecido,
erguido, punzante, mi ojos recorren sedientos tus senos blancos como lunas
distantes, tus erectos pezones de grandes areolas como carnales y rosadas
monedas del deseo, un súbito estertor inunda mi cuerpo inmerso en una penumbras
más intima, más imperiosa, y eyaculo con los ojos cerrados imaginando que es tu
mano la que me lleva a ese chorreante y denso éxtasis líquido. Abro los ojos y
comprendo que no fue un sueño, ahí están aun tus hermosos pechos desnudos con
sus elevados pezones orgullosos apuntando mi culpa de egoísta viajero
solitario, me hundo en medio de las penumbras difuminadas laxo y saciado,
avergonzado de haberte abandonado a medio camino del goce, pero sé que
entenderás que tú me llevaste extasiado y ciego a esos umbrales del placer
incontenible, y que más temprano que tarde te pagaré la deuda.
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