miércoles, 1 de junio de 2016

PENUMBRAS LUNARES


“Es como si mi alma y mi cuerpo se dislocaran y un abismo me envolviera en su negrura.” M.I.

El día se consume en sus últimas horas, el día en que has paseado por el bosque de lujuriosas vegetaciones, tu voz se ha quedado con verdes musgos en los muros de los deseos, en la soledad intranquila del cuarto, en medio de las penumbras difuminadas por la pantalla que habla de un mundo ajeno que no nos toca, ansioso te busco como un oscuro león en celo, mi mano pecadora ya soba el miembro expectante, te imagino en tu otro lugar también ansiosa y también esperando como una fiera también en celo, tus lunas iluminadas por otra luz igual de ajena, tu sexo latiendo en su delicada humedad inicial. De pronto la conexión se instala en las tenues sombras nocturnas, son tus palabras que me alcanzan y me conmueven, la conversación de nos traba en detalles irrelevantes y torpes, no enredamos es tortuosos caminos por el borde del abismo, hay un aroma de peligro de final y punto, un sabor a desengaños e incomprensiones, chapoteamos desesperados en esa ciénaga de tormento intentando evitar el naufragio, las penumbra pesan como grandes piedras de cansados granitos. Entonces juegas tu mejor carta y aparece rompiendo la noche tu escote enmarcado por un colorido y lindo vestido, las semilunas de tus pechos fulguran en su mórbido esplendor, mi verga acomete una instantánea y sensible erección, mis ojos de emborrachan de la pálida suavidad de esa piel mullida y turgente, mi mano aferra el falo inhiesto e inicia el rito masturbatorio. Sonríes, te expones coqueta y juguetona, tus manos articulan sobre tus pechos instancias excitantes, tus labios del intenso rojo misterioso sonríen incitando al pecado onanista, me provocas, me calientas, me obligas a frotar y frotar mi miembro en un frenesí de macho encendido. Tus manos cumplen con sensual sabiduría mi más alta esperanza y descorren el escote dejando florecer a mi vista insaciable tus protuberantes pezones, carnales capullos que destejen los minutos del nocturno y desarman las claves de mi vicioso voyerismo. Mi mano se acelera, un goce profundo y estremecedor acosa mi cuerpo de viejo león fálico, endurecido, erguido, punzante, mi ojos recorren sedientos tus senos blancos como lunas distantes, tus erectos pezones de grandes areolas como carnales y rosadas monedas del deseo, un súbito estertor inunda mi cuerpo inmerso en una penumbras más intima, más imperiosa, y eyaculo con los ojos cerrados imaginando que es tu mano la que me lleva a ese chorreante y denso éxtasis líquido. Abro los ojos y comprendo que no fue un sueño, ahí están aun tus hermosos pechos desnudos con sus elevados pezones orgullosos apuntando mi culpa de egoísta viajero solitario, me hundo en medio de las penumbras difuminadas laxo y saciado, avergonzado de haberte abandonado a medio camino del goce, pero sé que entenderás que tú me llevaste extasiado y ciego a esos umbrales del placer incontenible, y que más temprano que tarde te pagaré la deuda.


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