“,…levantando
sonatas de monterías en los trasfondos del escenario.” El Acoso, Alejo Carpentier,
1956.
Regalada delicia es la
largura apetitosa de tus piernas de sueño que se extienden hacia tus pechos
nevados cruzando por el cálido glacial de tu pubis, blancos entornados sobre
las turgencias de tu cuerpo tendido en el lecho donde habitan mis deseos en las
noches de tu embrujos de hembra hambrienta, esos muslos suaves y perfectos, el
fragmentos de tu talón y de tu rostro, el brazo flectado allá arriba en el
horizonte difuso de la imagen, y la heliconia con sus asimétricos fuegos en
llamas vivas sobre tu cuerpo cruzando de cadera a seno como cumpliendo mi sueño
de cruzarte hembra y yo macho sobre ti montándome, cubriéndote como la oscura bestia
fálica que surge tiesa y pujante desde el oscuro imaginario de tus insomnios,
con su falo en ristre para ir a hundirlo lascivo y penetrante entre los rosados
y húmedos pétalos congestionados de tu vulva palpitante. Regalada delicia es tu
pubis detrás de esa delicada red que atrapa mis ojos que te pululan como
voraces peces del deseo buscando el tibio y húmedo molusco abierto de tu vulva
para penetrarte machos y erectos, endurecidos por la provocativa visión de tu
vientre escondido en los albos bordados de tus bragas que se insertan
envidiados en tu sexo. Regalada delicia es estar ahora en las primeras calles
del invierno recién llegado y seguirte pensando como si fuera la primavera que
me debías y seguirte deseando con las ansias desbocadas de un sátiro pervertido
y seguirte viendo ahí toda tú en sensual reposo sobre los mullidos colores
esperando que mis ojos te devoren.
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