“Wow… me excitaste, qué lindo y erótico, me
encantó”. Ella, la musa incógnita.
Deseada amiga, ese era precisamente mi objetivo
poético-erótico: excitarte y encantarte, embrujarte con la misma intensidad con
la que me has embrujado tú otra vez con tus deliciosas y estremecedoras “atrevidongas”.
Por estos sensuales atrevimientos abarcarás desde ahora mis sueños más allá de
lo prohibido, allá en el bosque de las erguidas sombras de los inicios de mis
noches embebidas de tus privadísimos sabores y de tus más íntimos aromas, por
esas imágenes se elevará el mástil del velero de mis deseos que navegará en pos
de ti por los tormentosos mares de las lujurias. Desde el anteayer encendido para
siempre por tu cuerpo recostado de musa intocable beberé cada día las resecas
aguas de la espera y la ansias irreversibles de la expectación atada a tu
soberana voluntad. Que más quisiera yo sino acariciar con mis ojos hambrientos tu
rosa humedecida desde en el rincón donde compartimos nuestra muy oculta complicidad
o acariciar la perfección vista ahora de tus pomposas y pálidas y tersas nalgas
insertadas por el colorado triángulo de tu tanga, o lamer la concavidad lumbar
de tu espalda desnuda y seguir a lengua viva subiendo por el surco medio
posterior hasta besar tiernamente tu nuca mientras huelo extasiado tu pelo, o
deleitarme durante la eternidad de esta tarde en ese escorzo visto hoy de ti de
pie repetida en el azogue, con la bragas cruzando tu desnudez de un albo recato
y la floreada blusa guardando las mórbidas lunas de tus pechos como un mascaron
de proa rumbo a mis turbiedades eróticas, allí donde tu cuerpo me despierta las
exquisitas sensaciones de oler un jazmín el anochecer o rozar el pétalo de un
orquídea un día de cálida lluvia, o sentir mi mano pecadora azuzando mi miembro
viril en el rito solitario que confirma en su lechosa densidad el deleite del
secreto inexpugnable de tu delicioso y excitante cuerpo deseable.
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