“Contra su costumbre, sintió Julián deseos
de ver a la dama cuya mano despertaba en su mente pensamientos voluptuosos”. Le
Rouge et le Noir. Stendhal, 1830.
Encajo una pierna
entre las delicias de las tuyas, rozo mi miembro en tu muslo y lo restriego
suave y lentamente, duro, sensible, mojo mi dedo en tu vulva y lo chupo para
saborear la humedecida intensidad de tu deseo. Mi dedo surca tu sexo suavemente
y lo abro delicadamente como una magnolia en su cerrado capullo, pongo ahí mi
verga, mi glande terso, tenso, brillante, y te voy penetrando lento, muy
lentamente abriendo tu flor con mi miembro endurecido, más adentro, más lento. Siento
tu humedad, tu calor vaginal, ese fuego que te habita y me quema, siento que tu
vulva me succiona absorbiendo mi pene, te mueves lento, intensamente lento, mi
verga esta toda en ti. Me sientes penetrado en ti, todo inserto en la anegada
abertura entremétalos, me tragas, me devora, me sientes todo tuyo en ti, me estrujas,
me gozas. Me siento clavado en tu cuerpo, te poseo entera, te cabalgo, te
jineteo, te sifoneo, te penetro más adentro de tu vulva, de tu vagina, de tu
útero, más adentro aun, hasta la misma virginidad de tu adolescencia, hasta
punzar y romper tu himen impoluto y sin pecado que me esperaba ansioso en su
pureza inmaculada. Ya viene mi semen, eyaculo vertiendo en ti mi lechada
caliente como tu único macho y dueño, como tu amo que derrama su señorío sobre
tus delirios de hembra abierta y rendida. Siento mi miembro empapado, lamo tu
sudor, acaricio tu pubis, muerdo tus pezones, y mi verga aun esta dentro de ti,
sientes como va menguando su impetuosa virilidad, como va poniéndose tierna, blanda,
suave como un molusco vencido. Permanecemos así, juntos, relajados, soñándonos
abrazados paseando por un parque otoñal, enamorados y felices, caminando sobre
las doradas hojas de nuestro otoño mientras comienza otro de mis lluviosos inviernos,
pero ahora con todas tus tibiezas desplegadas.
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