Me invadieron las mórbidas alburas de tus pechos anidados como tibias
palomas en tu impúdico escote, las mullidas blanduras de tus senos desnudos, los
botones protuberantes de tus pezones en sus rugosas areolas, me invaden como un
oleaje de aguas quemantes o densas lavas ardientes de esos dos volcanes lunares,
y mis ojos de mirón pervertido no encontraron el sosiego embebidos en ese
paisaje de pálidas carnalidades, de esos perfumados encantos de tu dulce
madurez de exultante fiera ansiosa y provocativa. Habité tu cuerpo inconcluso toda
la noche incandescente, seminal y excitado soñando tu generoso busto, ebrio de
esa precisa imagen de mis obsesiones como un bebé aferrado a cada una de esas
tetas de hembra maternal e incestuosa, sorbiendo boquiabierto tu lujuria,
succionado tus deseos en cada pezón divino. Besé suavemente, escondido en el
nocturno paisaje, tus ampulosas turgencias, tus sensuales suavidades, las
ampulosas combas desplegadas para incitar masturbaciones y ensalivados
relamidos, quise lamerlas enteras, mordisquear levemente sus cúspides
punzantes, dejé que mis ojitos de gozador
niño depravado las comieran a mordiscos, las mamaran a toda boca abarcadora, y
te viví en un sueño tan nítido que me fui hundiendo entre tus pechos como un
náufrago suicida. Dejé mi mano liberada al albur de su vicio masturbatorio
mientras te iba imaginando en una perfecta desnudez de mujer amante hebra
deseada, imaginé tu rosada rosa carnal abriendo y cerrando sus pétalos
verticales en su hambrienta respiración carnívora, visualicé tu clítoris bajo
tu dedo urgiendo su sensibilidad de breve y exquisito pene femenino, intuí tu
orgasmo con tu mojada e hirviente vulva frotándose contra mi muslo, y mi mano
me llevó exasperado a una apremiante eyaculación sobre tu vientre que destelló
en la oscuridad como un fuego encharcado.
miércoles, 1 de junio de 2016
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