El amor en su densidad real es carne en la
carne, comunión carnal y penetrantes incrustaciones, densos y líquidos hechizos,
sensaciones que socavan los pudores y derrumban los muros que reverberan en los
equinoccios. Y es por eso que esa tú poderosa sexualidad es la que me tiene
atrapado deliciosamente en tus garras y sin escape posible, sin punto de fuga
ni impregnadas rendiciones, de una manera incomprensible todo te va haciendo
cada día más deseable. He mirado tu sexo con hambre de macho, con detalle, con
vehemencia, con lujuria, tu desamparado clítoris, los ralos y
encantadores vellos púbicos donde puedo imaginar mis dedos rastrillándolos, tu
vulva abierta para mí como la boca voraz de un irascible diosa impúdica, y cada
excitación me lleva a soñarte entre furiosas incoherencias y trasnochados
artificios. Me calienta imaginar ese tu sexo mojado, restregando su inspirada
calentura en mi muslo como una babosa sexual que se retuerce contra mi carne
viva, con nitidez demencial percibo sus lentas aguas estilando, su apriete
vulval, su frote de hembra encelada. Siento en mí cuerpo violentado por tus
feroces tentáculos, tus bocas paganas e impuras, tu lengua revolcándose dentro
de mi boca, tu caracola desconchada extrayendo insaciable mi vertida virilidad,
llena eres entonces de dulces pecados y me rompes en pedazos de fuego, en brasas
que poseen el mismo matiz del misterioso rojo de tu boquita pintada, en esquirlas
de fugaces metales incandescentes. En la fugacidad de ese instante sublime, elaboro
con obsesiva predestinación un sueño donde te dejo saciada, tierna, temblorosa,
abarcada con delicadas ternuras por mis brazos para que no despiertes del sueño
donde te sueño.
sábado, 4 de junio de 2016
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