lunes, 26 de mayo de 2014

NADA Y SU ROSA


Me imaginas desnuda? solo admirándome sin tocarme? Flor de Loto.

Desnuda no, te imagino semidesnuda, cubierta con una delgada camisola de seda, y sí, primero te admiraría sin tocarte, oliendo tu perfume, sintiendo tu calor cercano, mirando tus ojos y tu boca, después tu cuerpo adivinándolo bajo la seda, captando tu respiración tenue de gata en celo, acechante, y después de cumplir ese rito voyerista comenzaría a deslizar las yemas de mis dedos por todo el borde de la camisola, y recién ahí iniciaría el ceremonial de posesión. O, pensándolo bien, sí te imagino desnuda, en la tibia penumbra de un cuarto donde hay un lecho y una mesita redonda sobre la que hay con un libro de poemas y una rosa tan roja que parece negra, en la penumbra, estas sentada en el borde de la cama con las piernas cruzadas, y peinando tu pelo con un peine de marfil mientras te miras en un espejo de mano de contorno muy barroco, sabes que yo te miro desde un rincón y me hablas de cosas antiguas, de tu barrio de la infancia, del patio del colegio o de una muñeca que cerraba los ojos y que perdiste sin saber como ni cuando, me cuentas que intuyes que un día aparecerá en el lugar de siempre así que no la buscas para que se cumpla esa extraña premonición y no quebrar la línea impenetrable del destino, yo te escucho y te observo en tu desnudez coqueta, en la penumbra, miro tus breves pechos de niña, tu tiernos pezones de un nacarado carnal y fosforescente, el desparpajo virginal de tu piel quieta esperando mis labios transgrediendo esos fugaces territorios, adivino en el vértice de tus muslos la tenue nocturnidad de un musgo enredado y sensual, recorro como un espía extasiado la leve sombra cóncava de tu ombligo, la convexidad impúdica de tu vientre, de pronto la penumbra se inflama en sí misma y arde envolviéndonos y ardores y brasas desatadas, la rosa se abre en su insaciable voracidad violeta (i).


(i) LA BOCA VIOLETA
Claudio Rodríguez Fer

Tu boca violeta boreal y venérea
levita por el cosmos inmensamente abierta
manando levemente lava rosa
en la hora horizontal de las cavernas de carne.

Tu boca violeta es de hierro fundido
tiene el fulgor de la obsidiana en el talle de las amazonas
y la impudicia polar de sus tangas de morsa.
Sobre magmas de ámbar orificios volcánicos
escupen saliva negra contra el relámpago que hierve
en las tubulares sendas para el semen letal.

Tu boca violeta tiene la dulzura de la leche más azul:
es como un diplodocus que se amara en silencio
entre maíz zafiro y amapolas de grutas uvulares.
Vamos a los puertos grises sobre petróleo blanco.
El aliento lácteo que arremolinas petrifica mi líquido
y desata el instinto de nadar a panteras.

Tu boca violeta de contornos infinitos
se entreabre a todo lo que sea de lila.
Las montañas de azúcar de tu patria Pomona
y los lagos de licores de jauja o de cucaña
resbalan mansamente por utopías lascivas
mientras muerde el rubor y gallonas las vulvas.

Tu boca violeta boreal y venérea
abocina tus labios con gestos de gruta
y a latigazos irrumpe eruptiva y volcánica.

Amo la lengua de sierpe que se enrosca y se estira
como funda de fruta o piel de ventosa
que nos lleva adonde la aurora no preludia arenarias.

Amaré tu lava sobre todas las cosas

y el bilabial crepúsculo sabrá como hablo.

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