Me imaginas
desnuda? solo admirándome sin tocarme? Flor de Loto.
Desnuda no, te imagino semidesnuda, cubierta
con una delgada camisola de seda, y sí, primero te admiraría sin tocarte,
oliendo tu perfume, sintiendo tu calor cercano, mirando tus ojos y tu boca,
después tu cuerpo adivinándolo bajo la seda, captando tu respiración tenue de
gata en celo, acechante, y después de cumplir ese rito voyerista comenzaría a
deslizar las yemas de mis dedos por todo el borde de la camisola, y recién ahí
iniciaría el ceremonial de posesión. O, pensándolo bien, sí te imagino desnuda,
en la tibia penumbra de un cuarto donde hay un lecho y una mesita redonda sobre
la que hay con un libro de poemas y una rosa tan roja que parece negra, en la
penumbra, estas sentada en el borde de la cama con las piernas cruzadas, y
peinando tu pelo con un peine de marfil mientras te miras en un espejo de mano
de contorno muy barroco, sabes que yo te miro desde un rincón y me hablas de
cosas antiguas, de tu barrio de la infancia, del patio del colegio o de una
muñeca que cerraba los ojos y que perdiste sin saber como ni cuando, me cuentas
que intuyes que un día aparecerá en el lugar de siempre así que no la buscas
para que se cumpla esa extraña premonición y no quebrar la línea impenetrable del
destino, yo te escucho y te observo en tu desnudez coqueta, en la penumbra,
miro tus breves pechos de niña, tu tiernos pezones de un nacarado carnal y
fosforescente, el desparpajo virginal de tu piel quieta esperando mis labios
transgrediendo esos fugaces territorios, adivino en el vértice de tus muslos la
tenue nocturnidad de un musgo enredado y sensual, recorro como un espía
extasiado la leve sombra cóncava de tu ombligo, la convexidad impúdica de tu
vientre, de pronto la penumbra se inflama en sí misma y arde envolviéndonos y
ardores y brasas desatadas, la rosa se abre en su insaciable voracidad violeta
(i).
(i) LA
BOCA VIOLETA
Claudio Rodríguez
Fer
Tu boca violeta
boreal y venérea
levita por el
cosmos inmensamente abierta
manando levemente
lava rosa
en la hora
horizontal de las cavernas de carne.
Tu boca violeta es
de hierro fundido
tiene el fulgor de
la obsidiana en el talle de las amazonas
y la impudicia
polar de sus tangas de morsa.
Sobre magmas de
ámbar orificios volcánicos
escupen saliva
negra contra el relámpago que hierve
en las tubulares
sendas para el semen letal.
Tu boca violeta
tiene la dulzura de la leche más azul:
es como un
diplodocus que se amara en silencio
entre maíz zafiro
y amapolas de grutas uvulares.
Vamos a los
puertos grises sobre petróleo blanco.
El aliento lácteo
que arremolinas petrifica mi líquido
y desata el
instinto de nadar a panteras.
Tu boca violeta de
contornos infinitos
se entreabre a
todo lo que sea de lila.
Las montañas de
azúcar de tu patria Pomona
y los lagos de
licores de jauja o de cucaña
resbalan
mansamente por utopías lascivas
mientras muerde el
rubor y gallonas las vulvas.
Tu boca violeta
boreal y venérea
abocina tus labios
con gestos de gruta
y a latigazos
irrumpe eruptiva y volcánica.
Amo la lengua de
sierpe que se enrosca y se estira
como funda de
fruta o piel de ventosa
que nos lleva
adonde la aurora no preludia arenarias.
Amaré tu lava
sobre todas las cosas
y el bilabial
crepúsculo sabrá como hablo.
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