Por la rosa reincidente
Lejana rosa deseada y poseída, vive
la osadía, extravíate en ella, fluye, no pienses, solo siente. Déjate llevar de
mi mano, de mi verbo encendido, del imaginario compartido palabra a palabra.
Debería venir un instante en que verás un destello enceguecedor que proviene
del fondo del túnel del deseo, es el momento donde lo virtual toca, rompe y
penetra en la realidad como una epifanía inesperada: la masturbación. Allí lo
real y lo imaginado se confunden, se fusionan, se enlazan y trenzan de tal
manera que mi mano es tu mano, y viceversa, y en esa dualidad perturbadora se
alcanzan las sensaciones del placer real a través de lo virtual. Entonces se
logra una exquisita consumación. Desde ahí ya todo sucede en una simultánea
realidad, en un mismo espacio-tiempo. En ese lugar donde eres tan mía que ya no
hay espacio entre nosotros, solo tiempo. Me ha encantado y hechizado la
confirmación de que estamos sintiendo las palabras, el verbo hecho carne
estremecida, lo real-virtual como una sola realidad, intensa, vibrante,
compartida en lecho, en el día, en la noche, en esos instantes cuánticos en que
nos pensamos y deseamos y nos poseemos. Como anoche, cuando llegaste a mi cama,
desnuda y ansiosa, y yo ya te esperaba desnudo y ansioso, y vivimos una nueva
sinfonía entre las sabanas. Rosa mía y fluvial, ardiente sirena de mis lúbricos
oleajes, verás, desde que iniciamos este ciclo de lujurias y deseos expuestos
me he ido acercando (hasta ahora has logrado deliciosas erecciones) cada día
más al intento culmine, es decir a masturbarme por ti, sí, eso, ya estoy
eligiendo las imágenes tuyas que mirare hambriento imaginando más de lo que
muestran mientras mi mano (tu mano) me guía incesante por la suprema adoración
a dios Onán. Y hay más, ya tengo elegida la imagen que usare en ese rito
oculto, allí estas expuesta a mis imaginaciones mas pervertidas, y además
porque me excita más aun saber que lo sabes (y lo estarás sintiendo). Y es que
necesito el resplandor de tu piel, el trazo de tu boca y el brillo de tus ojos,
las curvas de tus caderas y la tibia convexidad de tus pechos, tu cuello a
morder y tu pelo a la caricia, necesito el icono que te materialice en ese
momento del rito solitario. Y desapareceré ahí en el dulce vértice de tus
piernas, en el triangulo sexual donde se incuban las ceremonias del deseo, allí,
en ti. Ya siento bajo el pijama el inicio delicioso de una erección, veo tu
imagen con mi verga erecta, tocándome por encima de la delgada tela del pijama
hasta que la saco afuera, erecta y desafiante, mi corazón late desaforado, reveo
tu escote buscando el detalle más lubrico, mi mano comienza una suave
masturbación, siento mi penetración en tu florcita anal, apretada, temerosa,
siento tus movimientos apurando la carnal introducción, escucho tus gemidos,
siento y miro tu piel, tus pechos, recorro el borde de tu escote, miro tu
rostro, tus brazos desnudos, tu boca, esa boca que… mi mano ya comienza a
acelerar el masaje masturbatorio, se ha encendido mi mente de macho en celo.
Soy un sibarita sexual y tú mereces que el primer rito onanista del día, soy el
ungido sacerdote matutino del templo donde habitas como una oscura divinidad
imperecedera.
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