“Excelente como literatura aunque yo no conozca del tema. Eso de
ponerse en los dos lados es algo muy tuyo, sé que a ti te sucede ese querer ser
o participar de los dos sexos. Forma parte de tu culto, pleitesía y adoración
al falo.” La Comtesse a dit.
Las sombras. Lo que no entiendes o no aceptas
o no crees, los códigos que explican la mano enemiga que te roba la sensación
voluptuosa de agasajar con el placer masturbatorio. El plátano trozado en
rodajas a contrapelo del deseo de imaginarlo en tu boca felática coqueteando
con las fantasías voyeristas del fauno depravado. La masturbación excesiva, la
pornografía selectiva, la experimentación carnal, los juegos de incesante imaginación
sexual. Ese leer saltando algunos renglones, perdida entre tanto miembro y
rosas de madera o piedra, asustada de ti misma conteniendo los deseos de
inducirte a los goces babilónicos. La oclusión a las pequeñas perversiones del
onanismo vicioso, del voyerismo real y del virtual, ambos obsesivos, de los ritos
pornográficos imaginándote libremente ahí, compartiendo o compartida. Los
infusorios vertiginosos que acuden microscópicos a la cita sin las debidas precauciones preservativas.
El extraño taumaturgo cuyo reino no es de este mundo que urge los retazos de tu
piel embebida en los fluidos de los ardores concupiscentes, mientras allá en tu
pasado vas subiendo aquella exhibicionista escalera a la vista lujuriosa de
cuatrocientos ojos hambrientos de ti enviciados observando tus piernas, tus
muslos, el íntimo y excitante color de tus bragas, o la visión instantánea y
negada donde exhibes tus semidesnudas coqueterías de bella hembra rozagante en
una soleada playa carioca. La ansiedad reprimida y desnuda sobre el mórbido
mosaico de feroces rastrojos de sigilosos felinos en celo. Las luces. No obstante, tus dedos recorren tu piel con
estremecedoras ansiedades y descaradas urgencias, me miras enloquecida de
densos deseos, tu piel tiene memoria de ellos, conoce el camino y el regreso
del deseo consumado, de las ansias pervertidas ante la imagen de mi lengua
devorando tu Monte de Venus, de las imágenes de mi boca en tu vientre desnudo
besando y ensalivando los cálidos senderos que van hacía la verticalidad de tu
sexo enardecido ardiendo de pasión.
Nota.- En cursivas paráfrasis de “Pescador de
mis ilusiones”, Condesa Scamigia.
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