lunes, 26 de mayo de 2014

VAGUEDADES

“Como el noventa por ciento de los hombres, en el fondo quiero estar siempre donde no estoy, allí de donde acabo de huir.” El sobrino de Wittgenstein, Thomas Bernhard.

Descreo de la piel desnuda sobre el lecho esperando en su vaguedad de silencio cómplice, sigilosa serpiente dormida, desato los nudos del deseo y me hundo naufragado entre sus pechos, delicado, sufriente, niño solo en las raíces perdidas, me anego de su boca quien sea la hembra soportando los rigores de mis desamparos, inicio rituales de adolescente subterráneo, ceremonias de desacatos y traiciones, dejo mi manos abarcar los cariños extinguidos, la perversa saciedad que pervive en los pliegues de sus vientres, en la oquedad salvaje de sus pubis, en sus muslos que atenazan o disgregan según la hora de la lujuria o del desencanto, besos los besos que van dejando en mi dominio las extraviadas, las de solemne soledad y las que urdieron sus sueños en las islas del insomnio, las voy amando por fragmentos a contraviento de mis tenues insistencias, las rompo, las disuelvo en el tibio brebaje del engaño consentido, y las recupero irreconocibles en sus propios espejos, entonces les tomo la mano ocluida a mis ternuras y las hago florecer abiertas en sus rosados pétalos urgentes, juego a ser adentro macho enternecido, a sorber sus salivas y sus néctares, a vagar por las sinuosidades del susurro, a poseerlas penetrando con la nostalgia salvaje del pasajero, del ausente, del solitario, me calcino entre sus piernas, asalto la voluptuosa convexidad de sus nalgas para anidar mis furias entre sus senos, para socavar con mi labios la soberana incestuocidad de sus pezones, y me voy deshaciendo en secretas penitencias, en una otredad sin palabras, en el tierno descaro del perdedor desesperado, para que ellas me dejen dormir alguna vez acurrucado entre sus brazos. 

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