miércoles, 21 de mayo de 2014

SICILIA ÆTERNA


Navego en el agua tierna de tus ojos. En su azul celeste, en su leve tenuosidad que percola la imprevisible transcurrencia del tiempo, el retorno incesante del desierto, el mar quieto de gaviotas en las ventanas. Soy el que te ama (y desea) en medio de la borrascosa tormenta del secreto y la torpe timidez ante la majestuosa persistencia de tu voz, del roce explicito de tu mano en mi brazo de piel a piel en una imaginada tentación implícita. Navego por años en extraviadas singladuras por los mares de la distancia y del desasosiego, sirena imposible, sin portulanos ni cartas de marear, buscando las orillas de tu atardecer aun sin crepúsculo perceptible, la altísima cuesta de las palmas y los pitosporos, el agua esparcida en la vereda, las otras aguas claras en su ardiente turbiedad escondida donde sublimé en tu ausente cercanía en otros cuerpos, fetichismos desesperados, la vaguedad instintiva de mis deseos y pequé de ti sin ti por tu tibia piel intocable. Esta búsqueda sin esperanza define los confines de mi eterna melancolía. Y me regalas furtiva naranjas mandarinas peras, frutas de tu sabor, tu aroma y tu perfume, que intentan darme tu boca, fruta prohibida, en el fúnebre misterio de la triste intangibilidad de tu presencia. Sículo esclavo, heredero de la sombra del sin ti, solo puedo imaginar sin pecado tu delgado cuerpo de sílfide virginal desnudo sobre un lecho que semeja un paraíso un espejismo un sueño de otras primaveras, la tierna consistencia de tus senos para mí intocados, el rosado inquietante de tus breves pezones, puedo imaginar la tibia y húmeda doncellez tu pubis impenetrable, puedo dejarme naufragar en esos recuerdos de ti que no poseo y nunca poseeré porque conozco el sagrado vinculo de tu materialidad insoportable.  


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