domingo, 25 de mayo de 2014

VOCERA


Pensando en Cecilia P.J., y agradecido de la Comtesse por la incitación.

De ideas opuestas, de ámbitos divergentes aunque de orígenes similares, de actividades diferentes, casi cuarentona, (veinte años no es nada), profesional leguleya, concejala, intendenta, ministra secretaria general, vocera, apasionada por el fútbol, chuncha de alma, casada, dos hijas, bullanguera y tana por adopción, arquera de reflejos increíbles y una leona de mirada desafiante. Hembra muy hembra de sexualidad poblacional, morenaza de pelo largo negro natural, y crespo original ahora alisado burdamente, desordenado con puntas irregulares y sin rastros de tintura, estatura media, vestimenta tirando a llamativa coqueta exhibicionista, con sus típicos vestidos de una pieza siempre ajustados a su armónica figura de grandes pechos amplios y edípicos de nítida exhuberancia, cinturita marcando las anchas y sensuales caderas de viciosa cumbanchera. Seduce sin tocarla con su vulgaridad salvaje, su sensual soberbia de mujer que se sabe deseada hasta el lecho, mordida y violentada, y su insolencia sexual de inquietante meretriz babilónica. Su mullida tetamenta imponente arde en la boca que se imagina allí lamiendo succionando sus oscuros pezones protuberantes en medio de sus grandes aureolas morenas. Las manos que observan sus caderas de bailanta de barrio y chinganas prostibularias sienten su dureza lujuriosa de “negra rica”, la suavidad áspera de sus muslos henchidos, de sus pantorrillas musculosas, de su vientre plano donde el ombligo reina en ese pedazote de pellejo bien tonificado. Los labios presienten la hirsuta negra y reluciente champa de su pubis, su olor animal, su humedad sazonada, su sudor agrio surgido de tumultos y apretones. La verga se hunde en una imaginaria y continua penetración hasta que pida recurso de amparo, mientras su rostro de guerrera camboyana hace groseras muecas multiorgásmicas y su voz ronca y vulgar va pronunciando un rosario de palabra soeces y libidinosas grosería apurando la eyaculación entre el furioso deleite de la cópula. No es linda, pero ya me quisiera restregarme contra ella cuerpo a cuerpo desnudos, deslizar mis manos, mis labios, mi lengua por esas curvas de imperfecta joya artesanal. Es cierto, ya no está donde estuvo, pero la sigo reviviendo redeseando cada día en la Jueza porque a vista de buen fauno pervertido, son esensualmente iguales.


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