Pour la rose dissipée
Brindaré calladito contigo en el deseo, y brindaré contigo la última copa
de vino tinto, y te buscaré en el concho conchevino y ahí estarán tus ojos, entrecerrados,
y sentirás como abro esa bata amarilla (que no conozco ni conoceré) y te abrazaré
apegando mi cuerpo desnudo al tuyo para que en piel con piel restregándose se
inicie el rito de la epifanía nocturna donde nos volveremos húmedos caracoles
retorciéndose sobre el piso, deslizándose con la lentitud del descaro impune e
impúdico hasta el lecho donde consumaremos la copula estremecida de mi en ti,
penetrante penetrada, y verteré mi savia ardiente en tu flor ardiente, verteré
inoculado mi denso licor embriagante en tu húmedo sagrario, y seremos uno como
en ese sueño insistente que tú y yo soñamos cada vez que soñamos. Así que ahora
me voy al sueño a poseerte hasta la medula, a beberte, a morderte, a romperte
hasta romperme, hasta amanecer entre los escombros humeantes del goce
compartido. Después me quedaré un ratito entre tus sabanas, acariciando tu
cuerpo suavecito para no despertarte. Quizá hasta me atreva a besarte, quien
sabe. Y mañana, antes de vestirte, déjame escurrir mis ojos de hambriento lobo
macho voyerista por la desnudez de tu cuerpo hembra ansiado deseado, déjame
lamer los restos de tu goce nocturno, déjame tocar con mi dedo del corazón la
puntita de tus pezones, déjame alcanzar a imaginarte así para que el día se me
vaya buscando tu perfume como sé que te gusta: sin solución de continuidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario