Tu rosa, hoy temprano, en su intenso rojo
intocable, pero insoportablemente deseada, tu rosa de fragancia negada. Hurgo
en la secuencia de tu voraz sonrisa vertical, en esa rosa carnívora que acecha
al sur cercano del promontorio de tu pubis. Eres la hembra de la rosa
intocable, que deshojo con mis manos de macho en celo y ya deshojada tu rosa
negada ahora noche iré por tus pétalos, uno a uno. Asaltaré nocturno, erguido y
quemante tu lecho inmóvil, y lloveré macho sobre tu rosa una larga noche,
pétalo a pétalo iré cuatro veces mordisqueando vertical esa húmeda cisura. Y
sigo soñando con tu rosa en su negación absoluta, cerrada, apretada en su
pimpollo, negada siempre, y en ese sueño vúlvico soy un gusano que repto
nocturno por tu cuerpo, me escondo en tus íntimos intersticios, me arrastro por
los negados contornos de la rosa, habito en su verticalidad carnal, me demoro
en su anegada vergencia y me derrumbo rígido punzante en su hondura matriarcal.
Pronto vendrá la lluvia y estarás entre los pétalos mojados, observándome desde
tu lejos cercano, viendo como ardo en tus verbos atrevidos. Lloverá sobre tu
rosa con una humedad de besos de lluvias de otros tiempos, y me soñaré en ti
empapado de la lluvia de los finos cristales y de la lluvia densa de tu rosa y
te poseeré con besos de un perro huacho a una gata maula, con besos lentos por
los pétalos carnales de la rosa inquieta. Sé que perdurarás en todas las rosas
humedecidas, como siempre en sus pétalos, dejando que te sueñe desnuda, con tu
autorización y tu desenfado, quieta y deseada, solo para que te inmortalice en
el mármol de los textos profanos con mis monótonos verbos eróticos.
sábado, 14 de mayo de 2016
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