“Yo aprendía contigo lenguajes
paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos
de teoremas temblorosos”. Tu Más Profunda Piel. Julio Cortázar, 1969.
Llueve sobre una tarde fría, observo la
lluvia sobre tus rosas y no te encuentro, pero presiento que andas por ahí en
la espinas o en los rojos y ocres de la hojas que ya se mueren porque recuerdo
me dijiste como al pasar desde tu lejos, “estuve durmiendo en un rincón del
rosal donde apenas llovía tu elegancia buscándome”. Entonces esta noche te
soñaré de lejos porque estarás extenuada por el tráfago de las rutinas del día,
podré abusar de ti a mi antojo sin esperar reacción, pero sabiendo que te haces
la dormida. Y en ese juego que me encanta te abusaré con exquisito deleite,
solo con las yemas de mis dedos intrusos, el tenue roce de mis labios, apenas
surcando irreverente tu tibia y húmeda verticalidad abierta como una rosa de
otoño. Iré ahora a soñarte así, haciéndote la dormida, aunque quizá estés
realmente dormida y me sentiré mas confiado, menos tímido, más libre de hacerte
todo lo que deseo, besar lamer morder, masajear tu ingle incluyendo largos,
lentos, tibios y muy húmedos lamidos en todo su arco/pliegue, en el surco y
también por los lados, por el suave interior del muslo y hacia el otro lado, en
un masaje ingle/holístico mientras sueño y sueño en tu rosa hermosa y otoñal. Te
mordería los labios con mis besos salvajes para hacerte sentir abrasada por mis
besos allá en tu poco de frío, me apretaría a ti como un maldito ángel
incesante para sentirnos calientitos allá en el horno (i) donde seguro nos
vamos a encontrar. Será un sueño de rosa y palomas, de poesía pura, de deudas
que se pagan al alto precio de esas mismas rosa y palomas, o un buen escote, un
reflejo en las penumbras del espejo, el ombliguito guiñándome coqueto como un
náufrago feliz, o el fragmento más íntimo de tu piel, qué sé yo, algo que
equivalga el valor intrínseco de la furtiva espera de tu púdica e imposible
desnudez. Eso.
(i) Breve
paráfrasis de un verso del tango Cambalache, Enrique Santos Discépolo, 1935.
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