miércoles, 4 de mayo de 2016

NASCITA DI VENERE (i)


“me fui a bañar antes de acostarme” EH

Te bañas ya llegada la noche, desnuda entras bajo la fina lluvia de agua caliente, sientes esa sensación de tu piel encendida acariciada por tenues hilos cristalinos que bajan desde tus cabellos, tus hombros, tus senos, por tu estomago y tu vientre, convergen en tu pubis y surcan tu vulva, y siguen por tus muslos hasta la femenina firmeza de tus pies, o bajan por la suave curva convexa de tu espalda, por el arco tenso de tu cóncava curvatura lumbar, por las combas exuberantes de tus nalgas, tus muslos hasta tus sólidos talones. Atrás los Hoyuelos de Venus y más abajo la provocativa hendidura entre los pálidos glúteos, por delante la tierna concavidad del ombligo y más abajo el sagrado monte de Venus. Tú allí de pie en la bañera, como la diosa naciente, arriba tu diestra amasando sensualísima tus pechos llenos, abajo tu siniestra hurgando sexualísima tu sexo abierto. Entre el vaho que te envuelve en una nube tibia y cómplice, en un rito íntimo y secreto dejas que tus manos fluyan por tu mórbida carnalidad, por tus pliegues y blandos recovecos, tus axilas, las voluptuosas medialunas bajo tus pechos, las ingles, el interior de tus muslos, las dejas hacer laxa y sensitiva por tus tersas y redondeadas blanduras, por los lúbricos senderos que llevan al goce solitario. Y de pronto, tus manos son mis manos enjabonando tu cuerpo, recorriendo sacrílegas los sagrados lugares de tus territorios de hembra en celo, profanando el suavísimo interior de tus piernas desde las rodillas subiendo hasta acceder irreverentes y lujuriosas al húmedo y succionante paraíso de vellos y abultadas carnosidades reveladoras, manifiestas, semiocultas entre los muslos que como columnas defensivas protegen su rosadez traslúcida y penetrable, resguardan el arca oculta, mítica y eterna de evoluciones sensoriales cosmológicas, ontológicas, pues en ella se abriga el Ser ínfimo del placer consciente (ii).

(i) El nacimiento de Venus (en italiano: Nascita di Venere) es una pintura de Sandro Botticelli (1445-1510). El cuadro no representa el momento del nacimiento de la diosa, sino que muestra la llegada de Venus, sobre una concha, a la playa de una isla. La diosa es empujada por el soplo de los dioses alados, entre una lluvia de flores. Desde los tiempos de la Roma clásica no se había vuelto a representar a esta diosa pagana desnuda. El desnudo femenino, considerado pecaminoso en el arte medieval cristiano, se recupera en el Renacimiento como símbolo de inmaterialidad. Esta Venus no representa el amor carnal o el placer sensual sino que se acerca más al ideal de inteligencia pura o saber supremo.

(ii) La vulva como metáfora. Mgstr. Don Rodrigo Martínez Andrade, 2007.


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