“me fui a bañar antes
de acostarme” EH
Te bañas ya llegada la
noche, desnuda entras bajo la fina lluvia de agua caliente, sientes esa
sensación de tu piel encendida acariciada por tenues hilos cristalinos que
bajan desde tus cabellos, tus hombros, tus senos, por tu estomago y tu vientre,
convergen en tu pubis y surcan tu vulva, y siguen por tus muslos hasta la
femenina firmeza de tus pies, o bajan por la suave curva convexa de tu espalda,
por el arco tenso de tu cóncava curvatura lumbar, por las combas exuberantes de
tus nalgas, tus muslos hasta tus sólidos talones. Atrás los Hoyuelos de Venus y
más abajo la provocativa hendidura entre los pálidos glúteos, por delante la
tierna concavidad del ombligo y más abajo el sagrado monte de Venus. Tú allí de
pie en la bañera, como la diosa naciente, arriba tu diestra amasando
sensualísima tus pechos llenos, abajo tu siniestra hurgando sexualísima tu sexo
abierto. Entre el vaho que te envuelve en una nube tibia y cómplice, en un rito
íntimo y secreto dejas que tus manos fluyan por tu mórbida carnalidad, por tus
pliegues y blandos recovecos, tus axilas, las voluptuosas medialunas bajo tus
pechos, las ingles, el interior de tus muslos, las dejas hacer laxa y sensitiva
por tus tersas y redondeadas blanduras, por los lúbricos senderos que llevan al
goce solitario. Y de pronto, tus manos son mis manos enjabonando tu cuerpo, recorriendo
sacrílegas los sagrados lugares de tus territorios de hembra en celo,
profanando el suavísimo interior de tus piernas desde las rodillas subiendo
hasta acceder irreverentes y lujuriosas al húmedo y succionante paraíso de vellos
y abultadas carnosidades reveladoras, manifiestas, semiocultas entre los muslos
que como columnas defensivas protegen su rosadez traslúcida y penetrable,
resguardan el arca oculta, mítica y eterna de evoluciones sensoriales
cosmológicas, ontológicas, pues en ella se abriga el Ser ínfimo del placer
consciente (ii).
(i) El nacimiento de
Venus (en italiano: Nascita di Venere) es una pintura de Sandro Botticelli
(1445-1510). El cuadro no representa el momento del nacimiento de la diosa,
sino que muestra la llegada de Venus, sobre una concha, a la playa de una isla.
La diosa es empujada por el soplo de los dioses alados, entre una lluvia de
flores. Desde los tiempos de la Roma clásica no se había vuelto a representar a
esta diosa pagana desnuda. El desnudo femenino, considerado pecaminoso en el
arte medieval cristiano, se recupera en el Renacimiento como símbolo de
inmaterialidad. Esta Venus no representa el amor carnal o el placer sensual
sino que se acerca más al ideal de inteligencia pura o saber supremo.
(ii) La vulva como metáfora. Mgstr. Don Rodrigo Martínez Andrade, 2007.
No hay comentarios:
Publicar un comentario