En el oscuro silencio de la noche nuestra,
insertos por fin en las cómplices penumbras, desnudos nuestros cuerpos se
agitan en una danza salvaje y erótica. Abro la ducha, me dejo acariciar
suavemente por la lluvia que cae sobre mi cuerpo ya marchito, pero aún con
deseos y necesidades. Mis manos te acarician poro por poro, mi dientes
mordisquea tus labios y tus deseos arden irreprimibles en tu ser quemándote
enloquecida de sexual pasión. Empiezo lentamente una pecaminosa exploración,
mis manos recorren este enorme cuerpo mío y mientras deslizo el jabón por mis
pechos los siento que vuelven a tener veinte años y mis pezones se endurecen y
parecen gritar "tócame". Te sientes liberada de temores y
pecados, te dejas arrastrar por mi penetrante ansiedad de ti, sientes que mis
labios ensalivados te humedecen llevándote a los límites de los goces extremos.
Y yo los toco suavemente y mientras lo hago, en mis manos y en la débil
dureza de mis pezones corre el agua y va deslizándose por mi vientre hasta
llegar ahí, donde más te siento, donde te necesito, donde quisiera tenerte.
Sientes que tiemblas desfalleciente en mis brazos cuando recorro todas las
regiones de tu cuerpo con las brasas de mis labios que perturban tus sentidos,
tú solo deseas que te posea, rendirte a esa íntima delectación. Con lentitud
bajo mis manos y exploro ese oscuro lugar de placer, me estremezco, me excito,
ardo... Mi cuerpo encendido y erecto frotando el tuyo, mi piel quemante
contra tu húmeda piel, en un esperado intento incontrolable por fusionarnos en
un solo cuerpo. Hasta que al fin nos acoplamos; yo penetro en ti y tú te abres
para mí.
Nota.- Texto machihembrado a partir del poema del autor “Penetro en
ti”, con las sensuales incrustaciones de E.M.G.
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