Busco la transparencia que te muestre y no, el
trasluz de tus pechos, de un pezón tímido, la excitante protuberancia de su
breve erección oculta bajo la delgada tela, un tenue velo que niegue apenas la
comba casi lampiña de tu pubis, tengo el sueño de poseer los pétalos de tu rosa
en mi mano, poseer tu intima rosa en mi mano, y abrirla sin deshojarla con mis
labios de picaflor insistente y mi lengua de lento caracol. Sé que tus senos no son tan grandes y que tus pezones son chiquitos,
sé cual es el color son esos pezones; claritos, casi rosados y no muy grandes, (he
gastado tu escote en esa imagen enviciante de tanto mirarlo, y en el he
desgastado mi imaginación con mis vacías manos ansiosas), sé que siempre tuviste
poco vello, en las axilas casi nada y en tus piernas habitan mariposas lampiñas.
Pero no sé que lúbricos demonios te persiguen desnudos y erectos, endurecidos, en
tus insomnios, ni que hacen tus manos cuando fosforecen en la palidez de tu
piel las lujurias inconsumadas, ni como entreabres los labios en el filo del
orgasmo o como arañan tus uñas la espalda del macho que te cubre animal y
salvaje, desconozco el sabor de tu saliva o el aroma de tu vulva, y también su resabio
de hembra encendida. Quiero ver
disfrutar gozar la voluptuosa hermosura de tu incitante gordura en su
inquietante blandura, porque ya es hora, porque ya somos tan cercanos que sentimos
en la piel la otra piel, porque hemos convertido la virtualidad en una realidad
concreta y ya ardemos en la misma hoguera, por eso.
sábado, 14 de mayo de 2016
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