Después de trece aciagos días de abstinencia han
vuelto tus eróticas inspiraciones, las calentonas instancias al desborde y a la
fálica erección a la distancia, las desatadas vertientes que surgen desde tus retenidos
instintos, la visiones que estremecen las instancias de mis hondas calenturas,
la exuberancia del brebaje que envicia y escarba antiguas memorias de luces de
barcos lejos allá en el puerto imaginario. Retornan en gloria y majestad las
manchitas lunares, la mariposa corazón quieta sobre las tersuras y los poros de
tus exhibidas carnes voluptuosas, otra vez tú estremecida en alma y cuerpo, venciendo
tus recatos inapelables y ese rescoldo de vergüenza por permitirte sentir el
deseo oculto entre la palidez de tus piernas que de cobardía se esconden en la
realidad y el pecado que se asoma arrimado a tu subconsciente acusador y
cobarde (i). Ya ido todo el moreno del sol de tu viaje vuelven las ricas
inspis de perniles blanquitos, suavecitos, de masticarlos!, esas piernotas
blancas pálidas juveniles de musa incitante, de hembra que invoca en su altura
distante donde nadie la alcanza ni la toca ni la goza por debajo de ese naranja
pudoroso sobre la vencida bestia blanquinegra. Reapareces como antes, sin
rostro, anónima, impersonal y lejana, intocable en tu virginidad voluntaria,
impalpable y sacrílega. De nuevo la intensa excitación mañanera de tus muslos
perversos, de tu exhibicionismo limitado, de la negación insoportable de tus
vellos púbicos asomados con la timidez de dama juguetona, de la deliciosa
ansiedad de esperar las sensuales migajas que tiras a los sexuales vientos
masturbatorios. De nuevo toda tú deseada, por eso y más: bienvenida!
(i) Ecos de su verbo acuciante.
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