“Camino en tu hojarasca de
incomprensibles otoños desvelados mientras miras mis lirios encerrados que te atraen
a mi cielo”. En tu bosque. M.I. 2016
Merodeo por el bosque donde ahora habita tu memoria, vago por sus
verdes y ocres oliendo tu aroma de hembra impura, tu esencia de mujer en celo y
mía, hurgo en las discontinuidades de los musgos buscando la consistencia
sexual de tu pubis, quiero que me sientas poseyendo tu cuerpo con mi erguida
virilidad vegetal, salvaje, erosivo, penetrante. En la umbrosa espesura te
deslizas sigilosa, allí eres una fiera posesiva y yo un león viejo, pero me
encantan tus garras afiladas, tus furias de carnívora voraz, huelo tus perfumes
de hembra enjaulada, me estremeces con tus aullidos de antiguas lujurias
inconsumadas, siento tus dientes y tu lengua, tu saliva quemante en las
cercanías de mi falo asustado y cierro los ojos para que me devores con tus
rosadas y húmedas fauces verticales. Pero también yo te acecho fascinado...
inquieto... motivado... excitado… tu deliciosa madurez invoca en mí
protuberancias y viriles alturas, visualizo tu dedo desvergonzado, humedecido
en el vórtice de tu orgasmo y que ha de ser como mi mano de adolescente pecador.
Me gusta tu cuerpo entero que aun no lo conozco en plenitud, el mío ya te
pertenece poro por poro, desde su ansiosa respiración de sátiro pervertido
hasta su inevitable erección de macho viejo ante la humildad de tus pechos
maduros, tú lo enciendes y lo incineras, tu destruyes otras
presencias ajenas al hoy donde te me floreces. Y te beso ahí en toda tu desnudez
detrás de los encajes que poseen tu aroma, tu tibia consistencia de hembra mía,
las tiernas blandura de tu sensualidad alada, te beso hasta que tu triángulo
rosa se estremece y gotea, y me quedo atrapado mortalmente en esa blanca
red de filigranas y bordados que me semiocultan tu cuerpo desnudo y desatan
lujurias que no florecían así desde mi onanista adolescencia. Siento que surco
tu rosa vertical, que la poseo impetrado entre sus cuatro pétalos carnales, que
ahí permanezco penetrado y extasiado oliendo tu intimidad, saboreando el rocío
de tu rosa, profanando tus pliegues y tersuras con mi virilidad tensa, sensible.
Entonces soy tu león de nieblas que ruge en tu bajo vientre caliente
y satisfecho. Estremecido vislumbro entre el follaje ese pequeño y perfecto
lunar en tu muslo que con su delicada invocación me inunda otra vez y para
siempre de tu vegetal inmanencia.
Nota.- En cursivas, sus incitantes palabras.
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