domingo, 1 de mayo de 2016

CUARTO CANTO POLIFONICO DE INFINITOS INTENTOS


Morderé una manzana, fumaré un cigarrillo, viendo bajar los cuernos de la noche medusa, su vasto caracol forrado en terciopelo donde duermen tus senos quemados por la luna. “Java”. Julio Cortázar, tango.

La madrugada sucede como si estuviéramos juntos, acontece en esas horas en que tú te liberas y yo te sueño. Sientes los ojos machos que te miran desde una penumbra lejana, te siguen sin parpadear por las escalas y los cuartos, por los espejos y los ventanales, enviciados. Te desnudas, te bañas en las tibias aguas de la tentación, te secas como en una sensual ceremonia de lúbrica iniciación o en un ritual donde tú eres la virgen sacrificada. Te acicalas con lenta provocación, sabes de mis ojos anclados en tu canalillo, te vistes ahora como una insinuante odalisca; el brasier, las brevísimas bragas, el impúdico babydoll como un sayo espurio y profano, incluso las coquetas sandalias con sus negras rosas, todo en negro noche intenso y breves rojos oscuros de brasas quemantes. Te sientes observada con bárbaros deseos manoseada con primitiva avidez de lobo abusada por una boca de lujuria sin rostro perseguida y alcanzada por el sátiro pervertido al que te has rendido en esa madrugada que sucede como si estuviéramos juntos, y tus senos tiemblan al sentir esas manos boca ojos invadiendo tu intimidad inexpugnable. El lugar es la noche donde eres tú en medio del silencio de un nocturno distinto, donde eres tú semidesnuda dibujándote a ti misma en esa soledad caliente de esta madrugada donde eres deseada y palpitante carne ansiosa y verbos que te describen. Los breteles, las llenas copas del brasier, tu piel tostada por el verano estremecido que besó tu desnudez evasiva y esos mismos ojos que te observan devoraron con un deleite obsceno, casi depravado. Las flores rojo intenso oscuro en el intenso negro oscuro del refulgente raso, tu sonrisa maliciosa o pecadora, tus cabellos enmarañados, tu mirada juguetona. El silencio se triza, clik, clik, clik, clik… clik, cinco veces y una más, clik… sin tu cuerpo vestido para que esos ojos de macho excitado que te queman desde una oscuridad solitaria sepan cual era el paraíso perdido.


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