Miro y miro la foto que te atreviste a regalarme y me calienta tu
piel pálida, el tibio canalillo entre tus pechos, la obscena blancura de tu
camisola, los blancos breteles con sus bordados rozando el mármol de tus
hombros, la comba amplia y mullida de tus pechos, (presiento la cercanía de
esos pezones pequeños y claros), tu boquita roja con ese mohín como de beso, tu
rostro serio, ah! supieras como imagino mirándola. La disgrego tu imagen en sus
provocativos detalles, ese pequeñísimo lunar en el borde superior de uno de tus
pechos, tus ojos fijos como dormidos detrás de los cristales de los lentes,
esas ocho perlas, blancas y grises de la negra cuerda que los ata, la larga cadena
de plata que cuelga en el abismo de tu voluptuosa tetamenta, tu pelo de oscuros
hilos de miel enmarcando tu cara, el capullo de roja rosa que florece en tu
boca como si fuera a besar la puntita de mi miembro erecto que te apunta como
un mástil orgulloso. Miro y miro tu rostro que aunque serio tiene una
luminosidad especial, y tu boquita pintada ofrece un beso ansiado, y tu escote
es una delicia, tal como lo he imaginado todo este tiempo, tibio, pálido,
ampuloso y deseable, donde hundiría mi nariz y mi rostro, allí me sumergiría en
ese tibio canalillo y ahí me quedaría dormir para soñar que estoy ahí entre tus
senos, y así duplicar esa dulce y mullida sensación. Y te sigo observando
vicioso y extasiado, agradecido por la exquisita excitación que estoy sintiendo
al verte así: “algo” atrevida.
miércoles, 18 de mayo de 2016
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