“He tendido conspiraciones,
insinuaciones peligrosas, con ebrias profecías, libelos y sueños”. Ricardo III.
Acto primero. Escena primera. William Shakespeare
En realidad poco me
importa que tus senos se duerman en la azul simetría de otros senos. Yo los
hubiera hollado con la cosquilla de mi roce y te hubieras reído justamente
cuando lo necesario y esperable era que sollozaras (i). Yo dejé mi boca suspendida sobre tus
pezones, en el vuelo de salvajes pájaros que anidarán tardíos en tus pechos,
blanduras y tersuras entibiadas en la atávica memoria, rememoraciones del
sublime tormento; lo perdido y buscado y nunca encontrado, las ansias de sorber
el dulce vino matriarcal, mórbidas duplicaciones que mis manos amasan en el
nocturno desesperado, certeza del aroma prohibido que escarba mi nariz por el
canalillo ahí entre tus senos llenos. En medio de la masturbación anhelante
descubro tus pezones erguidos y el erótico balanceo de tus senos sujetos al
ritmo lúbrico de tus ansias (ii). Por toda esa plenitud de tus imponentes
mamas me sobreviene la sed viciosa de succionarlas y el vértigo lujurioso de
sus muelles alturas. Tus firmes senos son un canto amable, sinfonía acabada
que va al cielo, oteros que dan vida a los que nacen. Eterno desconsuelo en la
esperanza del que mira en disimulo de soslayo, queriendo adivinar lo que no
existe. Hurgando en el azar la suerte ciega de un gesto que apacigüe su
impaciente deseo de gozarlos como un lerdo (iii). Yo duermo cada noche
entre tus pechos mullidos, magnolias que también mojo la luna (iv), allí
sueño con tus senos como perfumada almohada, allí me hundo en una felicidad
amplia y cimbreante, allí voy socavando tus pudores haciéndome el niño macho,
allí poseo tu blanda ternura en su misteriosa esencia maternal, allí me deshago
de los años vividos y vuelvo a vivirlos ahora allí entre tus pechos maduros. Después,
quizá, ya no lo sé, las garras en tus senos, colmándote (i). Eso.
(i) “Cinco poemas para
Cris”. Julio Cortazar.
(ii) “Eros V”. Oscar Contreras.
(iii) “Desnudo tu
cuerpo de mentiras”. Manuel Cubero (Azpeitia)
(iv) Paráfrasis de un
verso de “Ninguna”, de Homero Manzi.
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