“Te abarqué con mis brazos y te apoyé en mi blusa entreabierta.”. Mundo
de Espejos. M.I.
Me reconocí plenamente
en tus voces declaradas, me sentí ahí, fascinado y niño entre tus senos lunas,
hundido en tus calientes y húmedos huecos, erguido macho sofocado y feliz inserto
en el canalillo de tu escote. Me dejé poseer entero por tus embrujos de
mariposa de obsidiana, desgastando con horadantes ojos de sátiro sacrílego la
imagen de tus pechos detrás de esa red de risueña pescadora. Y me quedé elevado
sobre las nubes, las ardientes nubes de un volcán en erecta erupción, mirando como
un adolescente excitado esos pezones enredados en la trama de tus coquetos
designios de madurita sin ‘s’, esa soberbia deidad de los vertiginosos acantilados
y los mórbidos sobornos. Y voy a acosarte como no imaginas, te voy a perseguir
por tus sueños y tus silencios, por tu cuerpo desnudo y tus pechos vigilantes, por
los verticales bordes de tu sexo y las mojadas comisuras de tu boca, te voy a asediar
desde tus pestañas y desde tus uñas, voy a marcar mi nombre en una de tus nalgas
con el hierro de mis dientes para que así seas pertenencia y diosa a la vez, voy
a comerme tu risa incitante con los ensalivados besos que me debes, voy a asumir
tus estremecimientos como asumo las lluvias que vendrán este invierno contigo,
voy a ser un lujurioso caracol en celo reptando por tus muslos buscando la rosa
celestial, te voy a cansar de mí y te seguiré persiguiendo. Te perseguiré
anhelante y motivado, declarado en ensueño permanente e inmerso en esta
intensidad que llega a doler, viviendo el infierno de buscar las palabras que
puedan describir lo que siento, las precisas voces que nos dibujen en la piel
del otro, que penetren y absorban, que toquen el éxtasis y no se disgreguen como
transparentes mariposas nocturnas. Eso.
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