lunes, 29 de diciembre de 2014

AUTORETRATO DE LA PALOMA REFLEJADA


(Selfie)

La pálida paloma reflejada en el libidinoso azogue de espejo, asomada en su nido de telas negras y metálicos botones que remiten al dorado y blanco metal de los dos anillos, el oro del corazón refulgiendo sobre la suave lisura del escote espejea los ardores del incesante soñador, la largas y cuidadas uñas como rojos granates y la central constelada por infinitas estrellitas fulgurantes, la cascada del negro pelo esperando la caricia de dedos enredados en su perfumada esencia, el rictus serio de la boca delatando un pudor ancestral que se ensimisma en sublime timidez, las manos mostrando e incitando, capturando la imagen, ocultando los ojos y dejando a la vista la frente amplia y tersa de quien nada teme porque la aman y desean. La paloma otra, la oculta bajo un racimo de albas florcitas, una tarjeta con ajenos códigos formales y la identificación con el mismo rostro que concita los besos. La paloma quieta en su erótica exuberancia, de fondo los leves ocres de un otoño plano, y lejano, el canto vertical del cristal, el pezón incitante en su leve rosado carnal incitando succiones y lamidos paladeando su íntimo sabor maternal. La paloma suspendida en su tierno vuelo edípico, en su onírico imposible, en la certeza de unos ojos de potro en celo que la observarán hasta el vicio y el detalle en su convexidad voluptuosa que luce orgullosa desde los confines de deseo, en la sublime redondez, la curvatura perfecta, en la comba mórbida, en su dualidad sexual de antiguas desviaciones y renovadas lujurias.   


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