Está en ese pálido muslo que se
asoma coqueto e inquietante por el tajo revelador e insinuante de la falda
colorada, muy linda, guapísima, y muy brava. Está en blusa negra y sus
filigranas donde late escondido su corazón de paloma ausente y sus pechos
punzan voluptuosos por volar hacía los oscuros territorios de los sueños
prohibidos. Está en la roja rosa prendida en la suavidad de su pelo, en la mano
que sostiene el colorido pañuelo cuequero y en la mano que levanta incitante un
poquito la falda. Está imposible e invencible, como siempre, en las palabras
que sintió a flor de piel y en los maravillosos aciertos que hurgaron aquellos rescoldos.
Está en toda rosa que día a día florece aunque llueva sobre su rosa dormida, en
la lluvia y sus melancolías, en ese un hilo invisible y nostálgico que ronda
por tibiezas perdidas y desoladoras ausencias. Está en los tímidos colores de
dama delicada de su rosa que ha despertado abierta y perfumada. Está en su piel
extraviada por los laberintos de los deseos que se sienten en carne viva, pero
que solo se nombran en los últimos desasosiegos de la noche. Está en su cuerpo
de hembra sorprendida y asustada a medio camino entre la vigilia soñadora y las
sudorosas arenas de las secretas lujurias. Está en las pírricas victorias de
sus sábanas impolutas, en las calidas manos de lunas que nunca serán de sal, y
en la noche desnuda que se viste de silencios soltando mariposas en su vientre.
Está en la paradoxa de una Baronesa cuequera, en su sensualidad que fluye por
sus propios cauces buscando como florecer aunque intente ocultarla, y allí,
mientras baila alegres cuecas bravas, su imaginación juega sus juegos sin que
lo pueda evitar.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
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