miércoles, 3 de diciembre de 2014

LA GUAPA DE LA CUECA BRAVA


Está en ese pálido muslo que se asoma coqueto e inquietante por el tajo revelador e insinuante de la falda colorada, muy linda, guapísima, y muy brava. Está en blusa negra y sus filigranas donde late escondido su corazón de paloma ausente y sus pechos punzan voluptuosos por volar hacía los oscuros territorios de los sueños prohibidos. Está en la roja rosa prendida en la suavidad de su pelo, en la mano que sostiene el colorido pañuelo cuequero y en la mano que levanta incitante un poquito la falda. Está imposible e invencible, como siempre, en las palabras que sintió a flor de piel y en los maravillosos aciertos que hurgaron aquellos rescoldos. Está en toda rosa que día a día florece aunque llueva sobre su rosa dormida, en la lluvia y sus melancolías, en ese un hilo invisible y nostálgico que ronda por tibiezas perdidas y desoladoras ausencias. Está en los tímidos colores de dama delicada de su rosa que ha despertado abierta y perfumada. Está en su piel extraviada por los laberintos de los deseos que se sienten en carne viva, pero que solo se nombran en los últimos desasosiegos de la noche. Está en su cuerpo de hembra sorprendida y asustada a medio camino entre la vigilia soñadora y las sudorosas arenas de las secretas lujurias. Está en las pírricas victorias de sus sábanas impolutas, en las calidas manos de lunas que nunca serán de sal, y en la noche desnuda que se viste de silencios soltando mariposas en su vientre. Está en la paradoxa de una Baronesa cuequera, en su sensualidad que fluye por sus propios cauces buscando como florecer aunque intente ocultarla, y allí, mientras baila alegres cuecas bravas, su imaginación juega sus juegos sin que lo pueda evitar.


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