“Que bueno que lo percibiste.” Patricia V.
Me encantan tus piernas, tus
muslos excitantes, de verlos me entran las ganas de acariciarlos, subir la mano
hacia arriba por su interior hasta llegar al tímido capullo de tu clítoris, tierno
y pequeño, tan vulnerable, como avergonzado, tan femenino, como si no quisiera
estar ahí. No imaginas como me gustaría sentir en la yema de mis dedos su breve
y escondida dureza carnal, como me encantaría punzarlo y hundirlo un poquito
con mi verga dura y viril, sentir su breve tibieza, su abierta densidad como
una misteriosa, voluptuosa y ambigua flor fálica. Sentir en mi balano la
sensación de su carnal capucha absorbiéndolo en esa imposible penetración
distinta, el toque de glande a glande, el mío duro y brillante, y el tuyo
escondidito, tímido, tierno y blando, hundiéndose, retrocediendo en su pétalo,
creo que en esos momentos serias una verdadera hembra poseída. De verdad te
siento e imagino como una dama femenina, sensible, recatada incluso, que sabe
instintivamente dosificar su delicadeza natural con sus íntimos deseos sexuales,
y mientras te pienso voy sobando mi miembro y sintiendo su erección incentivada
y dirigida por tu feminidad instintiva, esa especie de dulzura de hembra
agradando a su macho. En esa sensación deliciosa casi puedo oler tu L’Air Du Temps y puedo sentir tu mano
hurgando suavemente en mi entrepiernas, siento su suavidad y su tibieza sobre
mi verga, sus apretoncitos juguetones y después su delicado juego masturbatorio
que me arrastra en su lujurioso torrente al torbellino desaforado de la
escalofriante eyaculación.
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