jueves, 11 de diciembre de 2014

TRIPTICO DE LA CONDESA III Soleada.


Es el sol que te lame las piernas cruzadas desnudas sobre el mullido jardín cuadriculado, es el sol que penetra por tu alta ventana e ilumina con su tibieza sensual la piel pálida y suave que provoca y excita en su desparpajo procaz, es el sol que te acaricia distante como si fueran las yemas de mis dedos arrebatadas en un éxtasis de tocar palpar digitar las torneadas columnas que guardan el templo de tu sexo en su húmeda convergencia. Y se asoman tímidos los vellos por el negro borde de las bragas, escondidos allí en el lúbrico pliegue de la ingle, giran las manchitas esparcidas en las eróticas curvas convexas de tus muslos, se desgranan como pequeñas hojas de tu madurez otoñal sobre las claras y ardientes arenas de las playas del deseo. Negra la íntima prenda que oculta esconde niega la comba deliciosa de tu pubis, el Monte de Venus, el surco de tu vulva cerrada como un capullo en los inicios de la olorosa primavera. De fetichista horizonte tus pies en sus lejos con sus deditos con sus uñitas pintadas de los oscuros rojos lujuriosos de los quemantes granates. En tres imágenes todo se incrusta y se erecta, la sexualidad soleada, la pierna derecha sobre la izquierda y después a la inversa, y antes la rodilla cubriendo la otra rodilla y la amplia combadura del vientre en un negro amenazante es la invocación de Eros, la provocación desvergonzada a la masturbación inevitable, sin los límites de tus antiguos pudores o las miserias de tus malditos recatos.


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