Texto escrito bajo un severo Overflow (i).
Escribo desbordado por la imagen
de sus muslos expuestos con invocante lascivia, escribo sobrepasado en mi
imaginario y mi vocabulario por el éxtasis lujurioso que me disgrega en una
fina arena caliente parecida a una ardiente ceniza volcánica, escribo
extasiado, extraviado, ebrio, atrapado por
su convexidad carnal, mullida, sensual, por su ilimitada sensación de goces
perdidos; el lamido, el beso marcado en ardiente saliva, la caricia impune, la
caricia tierna, la caricia lasciva, la caricia hirviendo en las lujurias, por
el despliegue en desparpajo de altos y pervertidos atardeceres (ii). En
esta orilla del deseo un horizonte de suaves vellos púbicos define la línea
sutil de la incitación que se abre a los arpegios de la lujuria, las desnudas
piernas cruzadas me naufragan en los mórbidos deleites que conocieron mis manos
dedos labios lengua, cada una con su miríada de manchitas y su sol sostenido en
la piel que fue besada y lamida hasta el vicio y la erecta nostalgia, y allá
abajo el tobillo, el talón y el empeine del pie que caminó los rumbos de los
presagios de las intensas masturbaciones y las cópulas esquivas. Todo es del
lúbrico color de la piel deseada, en su vastedad de hembra escondida en su alto
castillo, de la misteriosa coloración de la piel desnuda incitando, entre color
Perú (iii) y Marrón Arenoso (iv), que para mis excitados adentros es un tierno
ocre otoñal en sus infinitos matices de las sombras tenues imposibles de
describir como se merecen (v) bajo el embrujo cautivante y las ansias de lamer
en carne viva sus salobres sabores. El mullido edredón se arrincona apagado por
el fulgor de los muslos, por la tentación de su torneado y los vellos asomados
sobre el blando lomaje del Monte de Venus cuya anhelada visión se niega con
cruel persistencia, por la cercanía olorosa de esa vulva jugosa que simula con
perfección la puerta del nirvana (vi). Y ahí me quedo cristalizado, petrificado
ante la visión de lo intocable, poseído por su intensa intención de excitar, cegado
por el resplandor de su carnal exhuberancia y sumido en la desesperación de no
alcanzar a expresar con palabras la sagrada epifanía.
Notas.-
(i) Computación; cuando los contenidos no caben en su elemento
contenedor.
(ii) “Tu muslo y nada más”. Prosarium, del mismo autor para la misma
musa.
(iii) HTML Color
Names. Perú: CD853F
(iv) HTML Color Names.
Sandy Brown: F4A460
(v) “El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más
innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin
embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son
representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de
chillidos. Cree que del interior de un burócrata salen realmente ruidos que
significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo”.
G. K. Chesterton, en “El idioma analítico de John Wilkins”. Otras
inquisiciones. Jorge Luis Borges, 1952.
(vi) En la filosofía shramánica, nirvana es el estado de liberación
tanto del sufrimiento como del ciclo de renacimientos.
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