martes, 30 de diciembre de 2014

ULTIMOS ACOSOS DEL FAUNO BARROCO V


(En clave final, 5/6 y 18/18)

Sinfonía de sedosas crisocolas y níveos mármoles carnales, música silenciosa que enerva y empantana los sentidos en su delicioso exhibicionismo pudoroso, coloquial, íntimo y persistente, preludio en violín o chelo el roce de las piernas al desplegar las lánguidas armonías de su cálida sexualidad. Ornados esplendores de la sensual madurez de musa extraviada en la jungla húmeda y calurosa de lo prohibido pero suculento, ambigüedad sin límite definido entre el placer que se desgrana en los escrupulosos rubores y las ansias de la lenta penetración, fulgores y reflejos rutilantes de la sensualidad esparcida por los perfumados jardines de los turbios deseos que se sueñan en la vigilia. Sobre el tibio anaranjado que aun guarda la tibieza de la musa durmiente yacen sus muslos en su esplendor lascivo, sus blancas piernas tendidas hacía el fetichista horizonte de sus pies en el oscuro, acá el celeste resplandor de los vuelos turbulentos de la camisola que niegan u ocultan los ralos vellos púbicos, la vulva escondida entre sus pétalos y el tierno capullo del clítoris donde alguien succiono hasta más allá del vicio. Libidinosas imágenes que incitan la mano pecadora al irresponsable juego onanista del tímido que no se animó a seducir frente a frente y que se satisfizo en falsear y tergiversar (solo con su vanidosa justificación estética) pervertidas imaginaciones (i). Furtivas delicias de esas visiones clandestinas, masturbador pasajero del dedicado paraíso invocante, privilegio de haber sido motivador y observador extasiado de como la oscura mariposa encastillada salió de la crisálida y emprendió ese hermoso aleteo hacía su verdadera identidad de lúbrica exhibicionista recatada.

(i) Paráfrasis de “son el irresponsable juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias”. Prólogo a la edición de 1954 de Historia Universal de la Infamia, Jorge Luis Borges.


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