sábado, 27 de diciembre de 2014

ULTIMOS ACOSOS DEL FAUNO BARROCO III


(En clave final, 3/6 y 8/18)

Sobre equivocados augurios de ausencia, sobre los extravíos de la ira y los celos, sobre desencantos y desengaños, sobre el lecho inmersa en las cómplices penumbras del pudor, apenas iluminada por la difusa luz de una claraboya, sobre la sábana de tenue gris suave, ahí, sola y exuberante, quemándose entre sus propias cenizas. En otro sitio, sin luces de barcos anclados en el molo allá abajo en la otra noche distante, en un segundo arriba de otro pequeño castillo, en un silencio que delata su fugaz exhibicionismo, en un extraño cuarto del color misterioso de oscuros granates, repetido en el oleaje del edredón (de franjas rectas gris fucsia y negro muy feo) del que solo se percibe su raro tinte rojo letón. Un marrón oscuro y fantasmagórico de una cartera de cuero abruma indescifrable tal como la puerta cerrada del mismo color y un surrealista cilindro verde claro en el alfeizar interior de la cegada ventana. Ahí, cercada en la cabecera y a los pies por frisos de blancos mármoles y molduras segmentadas de blancuras y grises metalizados, y cuatro piñas como vigilantes balanos. La camisola de satinado gris resplandeciente con rositas cautivas dentro de breves rectángulos en bellísimo estilo romántico, oculta con recato lo prohibido de mirar a los mortales no elegidos. Y en el centro esencial sus muslos y sus manchitas lunares, sus piernas de tersa piel lamida besada gozada y solo uno de sus pies, aun por disfrutar, sin vellos púbicos asomados incitando, ni el surco de su ingle, ni su vientre ni su pubis, ni su vulva, ni su vulva, ni su mismísima vulva. Es ella, única, ahí: une délicieuse vieille falifa.


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