Está en la memoria de esos
tiempos de deliciosas inquietudes imposibles inmersas en esa magia de la poesía
que solía asediar la distancia como un viento húmedo opresivo y caliente que
venía desde las más lejanas comarcas de las pasiones dormidas. Está en aquellos
días que pusieron el cerrojo y la encarcelaron en su capullo, pero la evocación
regresa instantes que fueron galaxias de sueños atrapadas en nuestras distantes
cercanías envolventes a los crepúsculos y a los insomnios. Está en el destino
implacable con sus designios ya escritos, pero que no puede con los reductos de
los últimos recuerdos. Está en la piel del barón solitario enfrentado a
desafiantes conquistas, asediado por los celos de las musas, corroído por los
soles innumerables, pero derrotado siempre por sus sabanas impolutas, sal y
ceniza. Está en los ojos de la Baronesa que leen al trasluz los antiguos
archivos que quedaron sin escribir. Está en el día venidero en que se cumplan
los sueños como se cumplen las mareas, las fases de la luna o las migraciones
de las aves, ese día en que será gaviota sobrevolando los furiosos oleajes del
tiempo perdido o mariposa alucinada por el perfume de mis palabras, y habrá un
bosque de verdes pastos, y la brisa cumplirá su suave deber en su pelo, y
escucharé iluminado el susurro de su voz, y mis labios y los suyos se tocaran
en el borde del abismo, y su piel dejará un reverbero iridiscente en mis dedos
que la acariciarán a lo largo de la tarde, casi hasta cumplirse los sueños
iniciales. Está en ese mar sureño que la hace verdear y enrojecer como las
docas aferradas a lo vitrales de sus grises arenas y la energiza y la renueva
en sorprendentes amaneceres. Estuvo también en la paciente vigencia de la
semilla de la que solo fui jardinero, ya ni me acuerdo cuantos años atrás, y es
que el tiempo se nos va pronto y feroz para que sepamos que solo nos queda
vivir a concho lo poco que nos queda.
lunes, 8 de diciembre de 2014
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