lunes, 8 de diciembre de 2014

NOSTALGIAS DE LA BARONESA


Está en la memoria de esos tiempos de deliciosas inquietudes imposibles inmersas en esa magia de la poesía que solía asediar la distancia como un viento húmedo opresivo y caliente que venía desde las más lejanas comarcas de las pasiones dormidas. Está en aquellos días que pusieron el cerrojo y la encarcelaron en su capullo, pero la evocación regresa instantes que fueron galaxias de sueños atrapadas en nuestras distantes cercanías envolventes a los crepúsculos y a los insomnios. Está en el destino implacable con sus designios ya escritos, pero que no puede con los reductos de los últimos recuerdos. Está en la piel del barón solitario enfrentado a desafiantes conquistas, asediado por los celos de las musas, corroído por los soles innumerables, pero derrotado siempre por sus sabanas impolutas, sal y ceniza. Está en los ojos de la Baronesa que leen al trasluz los antiguos archivos que quedaron sin escribir. Está en el día venidero en que se cumplan los sueños como se cumplen las mareas, las fases de la luna o las migraciones de las aves, ese día en que será gaviota sobrevolando los furiosos oleajes del tiempo perdido o mariposa alucinada por el perfume de mis palabras, y habrá un bosque de verdes pastos, y la brisa cumplirá su suave deber en su pelo, y escucharé iluminado el susurro de su voz, y mis labios y los suyos se tocaran en el borde del abismo, y su piel dejará un reverbero iridiscente en mis dedos que la acariciarán a lo largo de la tarde, casi hasta cumplirse los sueños iniciales. Está en ese mar sureño que la hace verdear y enrojecer como las docas aferradas a lo vitrales de sus grises arenas y la energiza y la renueva en sorprendentes amaneceres. Estuvo también en la paciente vigencia de la semilla de la que solo fui jardinero, ya ni me acuerdo cuantos años atrás, y es que el tiempo se nos va pronto y feroz para que sepamos que solo nos queda vivir a concho lo poco que nos queda.


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