Bella como un mascaron de proa rompiendo con sus
senos inhiestos las violentas olas del fugaz mar del tiempo, enmarcada entre
las oscuras maderas toda ella entre blancas espumas, arriba el celeste de un
pedazo de cielo, abajo el manchón negro de la bata, la alba toalla ocultando
pudorosa su pubis y acariciando la corva voluptuosa de sus glúteos, sus manos
gaviotas; aquella posada tibia debajo de sus pechos jugando con la espuma del suave
tejido, esta en vuelo frente al cómplice espejo. Soberbia como una voluptuosa esfinge,
lejana y perfecta, toda piel suave y curvas que incitan al pecado, a la
herejía, a la danza de la cópula o al solitario rito onanista, el perfil del rostro
hierático, la negra sedosidad de su pelo al viento, lisas maderas caobas,
blancos pavés de vidrio, el azul cielo, el destello del aro y las largas uñas
decoradas en romántico rosado nacarado, detrás la mullida bata negra sobre el
acerado metal acecha como un animal ansioso de tocar acariciar abrazar absorber
ese cuerpo desnudo, sus orgullosos pechos, sus sinuosos valles y ardientes
dunas, de rozar esos carnales botoncitos protuberantes de sus pezones, de
deslizarse por esa suave piel de su brazo, de sus hombros, de la lúbrica curva
de la cadera, de secar su rostro besándolo, envidioso de la blanca toalla que
ya la posee en su tierna albura. La ávida imaginación se exaspera y hierve en
el caliente cuenco de lujuriosas erecciones, y de un zarpazo quita la esponjosa
blancura y se sumerge en el éxtasis sexual de las mórbidas nalgas, del vientre
palpitante, de la jungla de los ensortijados vellos púbicos, del húmedo y
quemante surco del sexo deseado, y se incrusta penetrando en esa gruta untuosa donde
se esconden las delicias del supremo goce del Amar.
jueves, 18 de diciembre de 2014
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